Operadores de telecomunicaciones no quieren dar nada gratis pero recibir sí

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Ernesto Piedras, intelectual experto reconocido en telecomunicaciones en México, el pasado 20 de junio publicó un artículo en prensa titulado ¿Red Troncal o un operador de Telecomunicaciones Estatal? 

Además de relatar los fallidos intentos de gobierno en industria por ampliar internet en México concentra información que era necesario conocer para comprender la batalla silenciosa entre la industria de telecomunicaciones y el gobierno federal. El artículo merece ser leído entero pero hay dos párrafos que vale la pena citar:

“En enero de este 2019, se modificaron las bases de la licitación (para la creación de una red pública de telecomunicaciones convocada por la administración anterior), estableciendo que la recepción de propuestas tendría como fecha límite el 22 de abril del presente año, con la salvedad de que la empresa ganadora tendría la obligación de dar Internet gratuito en espacios públicos, condición que pondría en riesgo la rentabilidad del proyecto. Ante el nuevo panorama, condiciones y aplazamientos, no se registraron manifestaciones de interés en la licitación, por lo cual el gobierno de México decidió aplazar, nuevamente, el proceso de licitación para el 22 de agosto del presente año, para contar con un fallo el 6 de septiembre.”
“El presidente López Obrador ha manifestado que de fallar las licitaciones, el Estado dotará de la conectividad necesaria para alcanzar su cometido.” 

Con esto podemos comprender lo que han declarado empresarios como Slim Domit y la entrevista de AMLO con Marck Zuckerberg, además del llamativo silencio de los operadores de telecomunicaciones ante esta convocatoria: quieren que el gobierno invierta en la infraestructura pero los operadores privados no están dispuestos a ofrecer sin costo el servicio a poblaciones no favorecidas.

En un contexto neoliberal en donde todo se mide por la rentabilidad de los proyectos esta postura no sólo es obvia, sino que hasta parece saludable: el gobierno está para cuidar el estado de derecho, gastar en la población es un derroche que perjudica el desarrollo de los mercados y en consecuencia el desarrollo del país

Con este enfoque se había intentado privatizar todo: hasta el agua, los parques públicos y por supuesto la explotación de petróleo y recursos mineros.  Sin dejar de lado construcción de carreteras e infraestructura pública. Es decir el Estado al servicio de la iniciativa privada para promover su desarrollo y por efecto beneficiar a la población entera con empleos y servicios baratos gracias a la competencia.

Esto no ocurrió y si cansa leer estas explicaciones, cansa también la postura reacia de los operadores de telecomunicaciones que no quieren corresponder el apoyo del gobierno con servicios son costo para la población. Seguramente su alternativa es empaquetar servicios pequeños y baratos, como las bolsitas de champú, que si se analiza su costo por litro los pobres son los que pagan más por este tipo de servicios empaquetados para consumo inmediato, limitado, pero al alcance de la población más pobre.
En un estado posneoliberal, el gobierno sí debería controlar la avidez de los jugadores del mercado, pues éstos sin frenos no sólo son depredadores, sino nada empáticos con el desarrollo del país. La idea de una empresa estatal va a escandalizar a muchos, especialmente los que ya anhelan el retorno del neoliberalismo, pero el nuevo gobierno al menos cuenta con 5 años y medio para demostrar que la intervención moderada del Estado si beneficiará a la población.

No todos compartimos el pensamiento neoliberal y aunque para los que sí lo comparten esto les parece la toma de gobierno por nacos e ignorantes, es tiempo de probar otras soluciones.

Es probable que muchos digan que es un retorno al pasado, pero AMLO está dando pasos inéditos al coquetear con proyectos neoliberales como el de Zuckerberg que a vista de muchos es sumamente peligroso para la privacidad de las personas. Tampoco comparto el punto de vista de AMLO, creo que no se puede coquetear con un monstruo de mil cabeza, pero ante el escenario de la inacción y por consecuencia del estancamiento económico tiene el beneficio de la duda y el respaldo del riesgo de una amplia población de idiotas (sumamos más de 30 millones de adultos), calificativo que no nos resta inteligencia, si nos vamos al sentido esencial del término.

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