Puedes llamarme idiota pero es más romántico si me dices tonto

Visitante Inesperado de Ilya Repin

La política, el sistema dominante en turno o las ideologías, suelen modificar el significado de las palabras para usarlas en su beneficio. Usualmente el régimen impone el significado de las palabras para armonizar con su visión de la realidad. Esto nos lleva a un mundo confuso en donde cada generación se ve motivada por generar nuevas palabras con significados propios.

Esta reinvención se basa en un acuerdo social, la mayor parte de las veces sin ninguna justificación histórica o lingüística. Arbitrariamente se le da un significado a una palabra y un grupo social le da validez con su uso. Así es como ha evolucionado el lenguaje.

Pero en ocasiones, lo que se considera malas palabras no son más que palabras sacadas de contexto para ofender, maltratar o insultar. La mayor parte de las palabras son neutras, hasta que un grupo social las considera insultantes.

Pero el insulto es algo que debe reconsiderarse, ya que tiene una función política en un contexto específico, pero no significan lo mismo en un contexto más profundo.

Las palabras cuando se usan a modo de insulto reflejan temor, incomprensión pero sobre todo desdén por el insultado. Hay una especie de acuerdo social de excluir a alguien mediante el uso de adjetivos.

Pero ¿qué pasaría si intentáramos rescatar el significado auténtico de las palabras, es decir definir el insulto, si es que existe. El problema es que no podemos irnos a la raíz, porque lo que la historia demuestra es que las palabras se mueven con un significado ideológico.

El reto no es simple , quizás deberíamos definir un marco teórico para encontrar un significado auténtico de las palabras de una manera más convincente. Pero no soy lo suficientemente docto para proponer un marco teórico, pero si lo mínimamente irreverente para proponer una sopa de mi propio chocolate. Así que tomando pizcas de taoísmo (regresar a lo simple), de arqueología del lenguaje (la simbología de las letras, los sonidos y las palabras) y quizás desde una perspectiva academicista de nuestro nuevo insigne de la filosofía mexicana Juan Gabriel (No tengo dinero ni nada que dar) y la hermenéutica de mi barrio -cuna de muchos malos albures- propongo la siguiente sopa teórica:

Limpiar la mente de todo lo escrito hasta ahora y basarnos en el significado de las palabras.

Aunque parece simplista -de hecho lo es- el origen de las palabras tienen mucho que decirnos, principalmente porque nos acercamos más a una clasificación menos procesada de la realidad, aquella donde se inventaron los significados para cosas concretas.

Y aquí hay una paradoja: esta simpleza oculta una enorme complejidad, porque nuestros antepasados unieron significados en letras sueltas para darle todo un sentido integral a las palabras.

Las indagaciones que hacen los estudiosos de la origen de la lengua explican por ejemplo que la O se pronuncia con la boca más cerrada y que la A se pronuncia con la boca abierta. Por eso banco es más pequeño que banca, porque el primero es cerrado y la segunda abierta. Lo mismo ocurre con huerto y huerta, cuya diferencia está en que el primero tienen un terreno con extensión más corta que la huerta.

Lo de los géneros (macho y hembra) fue una invención posterior que dio al traste con esta maravilla de significados.

Las letras tienen también significados propios, por ejemplo la forma de la S representa energía, y la U un valle, A abierto; si juntamos estas letras tenemos “sua” que en euskera significa fuego.

Los sonidos del lenguaje son simbólicos.  “Ba” en lenguas romances es una partícula relacionada con agua. “Ca” con dureza, con superficies duras. La R, cuando se pronuncia vibra nuestra boca, por lo tanto barca es una cosa dura que se mueve en el agua.

Otra palabra que se tiene una referencia más abstracta es perdonar que en inglés se traduce “forgive” que se traduce “para dar”, un significado que también se puede comprender de per donar. Es la misma idea con un significado altamente profundo que en la misma palabra está remitiendo al significado del verdadero sentido de perdonar que es el de entregar, solamente perdonas cuando te das, cuando das lo que cargas adentro.

Todas las lenguas, de acuerdo con algunos investigadores, tienen estos principios originales, pero la actividad intelectual de siglos siguientes ha ocultado o encubierto esta formación del lengua para añadirle otros significados que confunden, mas que ayudarnos a comprender. El problema es que no es fácil encontrar el significado profundo de cada palabra, pero si podemos quitarle algo de basura a ellas, ignorando a los ensayistas, académicos y científicos.

No tenemos ni el tiempo, ni el conocimiento, ni las herramientas,  para conocer el significado profundo de las palabras que, aunque si una pista que es su significado etimológico y para eso tenemos a Google. Investigue algunas más, pero la metodología es tan simple que sólo propondré las que me interesan.

Estúpido
Del latín stupidus ‘aturdido, estupefacto’, de donde por comparación ‘estúpido’, derivado de stupere ‘estar aturdido’. A la misma familia etimológica latina pertenecen estupefacción, estupor y estupendo.
Pendejo
Es considerada grosería y se refiere a los pelos del pubis. Viene del latín pectiniculus, formada de pecten, que era como le llamaban al pelo del pubis y -culus, un diminutivo, que en cultismos nos da -culo, como en músculo y testículo.
Idiota
Proviene del griego ιδιωτης (idiotez) para referirse a aquel que no se ocupaba de los asuntos públicos, sino sólo de sus intereses privados. La raíz "idio" significa "propio" y es la misma que en "idioma" o en "idiosincrasia".
Tonto
Proviene del latín attonitus (que también derivó en atónito por la vía culta). Adjetivo que está compuesto por el prefijo ad que denota aproximación y tonare (ruido fuerte, tronar) La palabra significa quedarse pasmado por una impresión fuerte proveniente de un sonido o cualquier otro impacto que cause ese efecto de atontamiento
Inteligencia
Proviene del latín intellegere, término compuesto de inter «entre» y legere «leer, escoger». La inteligencia permite elegir las mejores opciones para resolver una cuestión.

Con estas palabras podemos armar una serie de cajones de clasificación que no son insultantes, sino simplemente lugares en donde uno llega por determinadas circunstancias.

-El estúpido está aturdido, ya sea por un golpe, por tragarse un discurso que no ha asimilado o simplemente porque le gritan demasiado en su casa. Esa cualidad puede ser momentánea. Uno puede hacer estupideces o ser estúpido en determinados momentos, pero como a los borrachos al otro día pueden recuperarse, los borrachos después de una borrachera, los estúpidos después quizás de una votación.

-El pendejo es el hombre masa, el que no decide por sí mismo, sino que hace lo que los demás, como un pelo púbico, que parece que no sirve para nada, pero que en conjunto tienen una función orgánica. Es aquel que piensa que los restaurantes llenos son mejores que los vacíos, porque hace lo que los demás hacen. Este simple hecho puede permitir la construcción de miles de historias, por ejemplo con la moda “pendeja” de rasurarse el pelo púbico dejando indefensos a los órganos sexuales. De hecho, toda moda por naturaleza es seguida por gente pendeja en el sentido de que lo hacen todos, no porque sea un insulto.

-El idiota es el que se ocupa de sus asuntos privados, lo que define a la mayoría. El mundo está lleno de idiotas y de idioteces porque los idiotas no tenemos ni buscamos la perspectiva. Tanto la indolencia como la curiosidad es un acto que se da dentro de nosotros mismos. Yo me atrevería a definir que, en cuanto a indagación o curiosidad, sólo hay dos categorías, los genios que aciertan por agudeza mental o casualidad y el resto una bola de idiotas que no tuvieron la suerte de acertar pero que tuvieron la misma entrega, el mismo talento, pero no la misma suerte.

-Respecto al tonto, su significado ha variado con el tiempo, si en un época se le consideró falto de sesos, actualmente es una palabra suave para definir errores. Es más fácil decir que cometí una tontería, que una pendejada, o -aun peor- una estupidez. Se ha convertido en el adjetivo para los errores leves socialmente aceptados. Lo interesante es que también en un contexto actual y cercano ha tenido un uso levemente sexual, cuando tonto define al que hombre que es incapaz de comprender que la mujer le esté diciendo a su pareja: “Si está bien, hazme el amor, tonto”, debido a que el susodicho está inmóvil por estar atónito, ya sea por la desnudez o por cualquier ruido que le ha dejado pasmado.

-Finalmente la inteligencia, que no es más que una habilidad que se desarrolla con la experiencia. Una mente experimentada escoge mejor que un principiante y no deberíamos enaltecerla tanto.

Mi preferido es el idiota. Yo lo soy casi siempre, porque me ocupo de lo mío, pero también porque me encanta la manera de ser del Idiota de Fiodor Dostoievski un príncipe en la Rusia zarista que con su inocencia, candidez e ignorancia confundió a la rancia aristocracia de su época. Myshkin, el personaje principal, era un ser sumamente compasivo, que creía en la bondad de todos, lo que hacía que la sociedad que le rodeaba pensaba que era un idiota, cuando en realidad es el arquetipo de la moralidad. Un libro de gran actualidad en el neoliberalismo en donde se considera que la moralidad es un árbol que da moras y que lo “inteligente” es sacar ventaja.

El idiota es un ser que mira dentro de si mismo, mientras que el inteligente escoge entre opciones en un mundo exterior. En la realidad pueden estar juntos, su rol de idiota e inteligente puede ser simultáneo, pues se puede escoger las mejores opciones en modo privado. Pero en los estereotipos sociales siempre los vemos separados, el idiota jamás podrá ser inteligente porque nuestra mentalidad estereotipada no permite este tipo de cambios. Los súper héroes no podrían existir si fueran inteligentes e idiotas a la vez.

Así que puedes decirme idiota si quieres, pero si me gustas, me parecería más romántico que me dijeras tonto.

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