Más importante que defender a AMLO


Es una locura, las críticas contra AMLO fluyen desde todas partes, no tengo que explicarlo basta encender la televisión, navegar en Twitter, Facebook o leer las noticias en Google.

De verdad ¿tan mal están las cosas?

Los adversarios de AMLO harán hasta lo imposible hasta desacreditarlo y esto molesta a todos los que apoyamos este cambio histórico, pero en realidad estos acontecimientos no son una sorpresa para nadie ya lo habíamos explicado hace varios meses y el fenómeno no ha parado, al contrario crece y crecerá aún mas en el futuro.

Si no queremos perder la cordura deberíamos estar conscientes de que la batería informativa lanzada a los medios que busca cambiar la percepción de la realidad apenas comienza. Porque como comenta Rafael Barajas que recientemente participó en el programa de Julio Astillero, las fuerzas de la oposición están intactas.


¿Qué perdió el régimen neoliberal el pasado mes de julio? Nada, sólo obtuvieron demasiados votos en contra. En realidad nunca tuvieron el apoyo de las personas, pero si han tenido (y tienen) poder económico de sobra para comprar votos, conciencias y confundir a la gente que durante mucho tiempo quería dejarse engañar.

Lo que ocurrió en julio del año pasado es que este grupo que perdió el poder descubrió que ninguna cantidad económica cambiaría el hartazgo de la gente, pero su poder real, el que se asienta en el dinero está intacto, como explica Barajas.

Así que la guerra se acentuará porque quienes fueron desplazados del poder cuentan con el tiempo y el dinero ilimitados para desgastar la imagen de AMLO, no importa cuanto tarden, pero por supuesto cuánto antes, mejor.

Como ya explicamos sólo pueden ocurrir dos cosas: o con el tiempo se desgasta su imagen y llegará el momento en que nadie creerá en él, como ha ocurrido con otros líderes que se han opuesto a las inconmensurables fuerzas de la globalización, o se convertirá en un líder invulnerable que pasará a la historia como un Gandhi o el Dalai Lama

Pero esto segundo es poco probable que ocurra. Dependerá de su carisma, de su éxitos y de la suerte. Todo ello factores incontrolables para las personas que votamos por él.

Sin embargo la solución no es esperar para ver que es lo que ocurre, o apoyarlo con tuits o discusiones en las redes sociales.

Debemos recordar que buscamos un cambio, no un redentor, este esfuerzo se hizo porque esperamos un nuevo régimen, el cual se logrará por el esfuerzo de un hombre con el apoyo de los que queremos ese cambio.

Y en esta tarea debemos apresurarnos todos, antes de que las poderosas fuerzas económicas del régimen en destrucción se recuperen de la patada en el trasero que recibieron el año pasado.

 Wendy Brown, quien se ha convertido en mi autora de cabecera en estos últimos meses, escribe la siguiente reflexión al final de su libro “El pueblo sin atributos”




Quizás estas líneas no sean suficientes para explicar la importancia de lo que estamos hablando, cuando se habla de un cambio de régimen. No se trata de la sustitución de un presidente por otro para que las cosas cambien mágicamente. Se necesita sustituir un régimen por otro y lo anterior lo traemos sellado, nos guste o no en nuestra conciencia.

Lo que Brown define como racionalidad es una visión total absoluta y profunda del universo. Una visión de la realidad, con sus verdades, sus argumentos su filosofía, su ciencia, sus códigos de ética, sus leyes y sus intelectuales. Es más aún: en los niveles más bajos de esta ideología está el sentido común, el folclore, entendido como las creencias, costumbres y prácticas de una sociedad.

El neoliberalismo es una racionalidad tan pulida que está en todas nuestras decisiones, en nuestros sueños en la forma en como miramos al vecino, calificamos a nuestra pareja y recreamos el futuro de nuestros hijos. Cuando hablamos con alguien que amamos y le comentamos sobre las pérdidas o ganancias que la vida compartida a traído a nuestras vidas estamos, sin saberlo siendo neoliberales porque estamos actuando como homus economicus como lo explica Brown.

Esto significa que si realmente queremos que los aires de cambio que ocurren en México se consoliden estamos obligados a reconstruir una nueva visión de la realidad en todos las espacios de nuestras vidas, en nuestra familia, en nuestras aspiraciones en las razones por las que estudiamos y trabajamos, en nuestras propias expectativas.

Hay, además, algunos ámbitos que debemos ubicar de forma muy especial, por su importancia que tienen para la vida económica que esperamos que ahora esté centrada en nosotros y no en el valor económico, pues aunque esto suene como pleonasmo es clave en nuestras vidas.

Estos son algunos ámbitos en los que deberíamos estar interactuando;

El empresarial. Las empresas no son patrimonio del neoliberalismo, el espíritu emprendedor nació con el hombre mismo y seguirá toda la vida. Pero hemos cedido la propiedad a los teóricos del neoliberalismo que definen todo a través de los valores de mercado en lugar de los valores que aportan a la humanidad. Las empresa no tienen porque tener un ROI de crecimiento constante, sino  la rentabilidad razonable para subsistir, crecer y aportar bienes a la sociedad. Las tasas de crecimiento constante son una utopía que se vende muy bien en un mercado neoliberal para justificar recortes de gastos, aumentos en las cifras de venta e inventiva, que no importa si es desleal, para entrar a mercados nuevos o redefinidos.  

El humanismo. Es importante rescatar la educación universitaria en su sentido amplio como conocimiento universal y no sólo pragmática por estudiar algo que nos haga ricos El humanismo, las artes, la cultura, la filosofía son las únicas vías para el despertar de las conciencias y el camino para el bienestar. Esto no ocurre cuando predomina el pragmatismo del conocimiento tecnológico. No es que éste último deba desaparecer, sino que la tecnología debe estar al servicio del humanismo y no al revés, como ahora ocurre

El tamaño del mundo. La globalización es una escala que no puede ser abarcada por la mente humana, se requieren de especialistas para explicarla, quienes además tienen poderes discrecionales para beneficiar la globalización y no los individuos en tanto seres humanos, más allá de los nacionalismos y las leyes.  

Como individuos no nos es imposible entender de qué forma créditos mal otorgados en EUA afectan nuestra cartera; porque una guerra en otro lado del planeta nos hace gastar más en seguridad de nuestras corporaciones y en la gasolina que se extrae de nuestro propio subsuelo; como es que se paga la deuda externa o por qué hay topes salariales.

Necesitamos de un nuevo concepto de globalización basado en idea diferente, como una red confederada de comunidades en donde el individuo sea la medida proporcional para las decisiones. Y no el futuro de los corporativos gigantescos que aseguran que nos darán empleo, productos y servicios si se respeta la libre competencia.

Es más fácil entender que hay escasez por una sequía en mi localidad, o que la comunicación es mala por el mal tiempo y que los productos importados sean más caros o baratos por los aranceles, pero para un campesino es imposible comprender porque un tratado comercial firmado en oficinas lujosas en otro país le dejará sin posibilidades de sembrar el siguiente año, simplemente porque dejara de ser “competitivo”.

 El tiempo. Este recurso no es oro en el sentido de que cada segundo tenga un valor económico. Lo es porque es un bien escaso y valioso que debemos cuidar. No se trata de usar nuestro tiempo de vida para subsistir y comprar todo lo que la mercadotecnia neuro manipuladora y los algoritmos del Big Data han diseñado. Es momento de rescatarnos a nosotros mismos valorando el tiempo de vida y no el tiempo para crear riqueza.

El tiempo se rescata con un modo de vida lenta, en donde nos damos el tiempo para disfrutar de los alimentos, la compañía y el placer de la existencia.

La tierra. El planeta no es nuestro, nosotros le pertenecemos al planeta. Es tiempo de dejar de destruirla nuestra casa, la Tierra, por razones económicas. Este modo de pensar, neoliberal -por cierto., nos está arrastrando a nuestra propia muerte.

La tierra es lo que nos da existencia y por lo tanto es necesario respetarla, armonizarnos con la naturaleza como lo han hecho por miles de años comunidades “primitivas” que han tenido la sabiduría de convivir con la tierra sin destruirla.

Estos ámbitos tienen que ver con las utopías, pero entendidas estas como realidades que aun no han tenido lugar en el tiempo y en el espacio, en donde la palabra “aun” es el eje que determina nuestras  expectativas.

Si no vivimos en un entorno que nos guste la pregunta es qué y cuando tenemos  actuar para que nos guste. Es el tiempo de recrear el mundo.  

Esto quiere decir que estos cambios dependen de nosotros, de nuestras propias decisiones. Y si ocurren, ya no tendremos que preocuparnos tanto por los ataques a AMLO, porque  nosotros ya hemos cambiado el régimen y su peligrosa racionalidad,

Y no permitiremos nunca más que esa visión destructiva regrese como forma de gobierno.

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