Es la tierra, estúpidos


La dramáticamente célebre frase usada en la campaña de Bill Clinton de 1992, “La economía, estúpido” sintetiza, a mi modo de ver, lo que está ocurriendo en el mundo actual: todo tiene un valor económico, desde el aire que respiramos, lo que nuestros ojos ven, donde estamos, lo que hacemos, es decir todo y cuando se piensa desde esta perspectiva es estremecedor.

Como lo explica Wendy Brown, en El Pueblo sin Atributos, nadie se salva, ni siquiera los críticos, en todo el mundo, al menos en el occidental, en cada mente hay rastros de ideología basada en el valor económico, en la rentabilidad de todo lo que nos rodea, tanto físico, como mental.

Toca los rincones de nuestro mundo, incluso los más sombreados: cuando una noche intimidad, miras a tu pareja y te preguntas (o ella te mira a ti, con la misma duda): ¿qué gano con estar con él o ella?, el neoliberalismo que atribuye a todo un valor económico se ha interpuesto entre las sábanas de esos dos cuerpos desnudos que, según la visión del pasado, están juntos por amor.

La del retorno de inversión, de la vida autosustentable se ha filtrado a todas nuestras acciones, visión de la realidad, acciones, todo debe ser rentable o no sirve.

Y sin darnos cuenta, nos seca por dentro. La epidemia del siglo XXI es la depresión y su causa reside en el pensamiento neoliberal, si no generas riqueza, eres inútil y no tienes espacio en este mundo. Esta sensación de generar riqueza o no ser nadie, lleva sin remedio a la depresión, porque al final nadie queda.
En el reino de la rentabilidad, del modo de pensar neoliberal solo hay espacio para el dinero y los que lo generan, por supuesto entre menos mejor, por eso cada vez son menos, especialmente en la era de la inteligencia artificial.


¿Cómo contrarrestarlo? 

Cuando miro a los animales a la naturaleza, la respuesta brota, casi grita: esos seres no se preocupan por ser rentables, simplemente se concentran en ser, cada acción que realizan son actos de sobrevivencia, desde su lucha por comer, crecer o reproducirse, están en este mundo para ser.

El día que lo descubrí, pensando en la misión de mi vida, comprendí que lo único importante es la vida misma, el éxito no está en la riqueza, la trascendencia o la distinción de los demás, está en completar la vida, porque los seres que la completan logran la trascendencia de su existencia,  de la subsistencia de la especie, más allá del papel de los individuos. Porque cada vez que sobrevivimos acumulamos información en nuestro ADN para que sea útil en las siguientes generaciones.

Todo lo demás son pensamientos estériles que lo único que logran es consumir la vida en lugar de desarrollarla.

Y cuando reflexionas sobre eso comprendes que no es la economía el centro de la vida, sino nuestra conexión con la naturaleza, porque a través de ella sobrevivimos y nuestra existencia desarrolla su ciclo de vida.

Es nuestro entorno y no la economía lo que explica todo: lo que somos, cómo somos y la forma en que podremos sobrevivir. Los médicos de Ayurveda, por ejemplo, saben que la curación de las enfermedades que padecemos está en las plantas y los recursos de nuestro entorno y por eso pasan horas observando las plantas.

Una persona me dijo una vez que la naturaleza, la tierra influía de tal manera en nuestro cuerpo que la textura de la madera se asemejaba a la piel de los habitantes de la misma tierra. La madera exótica de la selva maya es recia, oscura, contrastante, como la personalidad y la piel de sus habitantes. Diferente a las maderas y las pieles suaves y frágiles, de lo que la tierra produce en el continente europeo.

Es la tierra la que nos modifica, no nosotros a ellos. Los extranjeros, los migrantes se transforman al entrar en contacto con la tierra que los recibe, no solo asimilan la cultura que generó la tierra al contacto con el hombre, la misma tierra los cambia, aunque intenten vivir como el lugar de donde proceden, algo cambiará porque el clima, los minerales, el viento, el agua, los rayos del sol son diferentes.

Pensar que nacer en un lugar nos da privilegios sobre esa tierra es no entender que quien da privilegios es la tierra a nosotros, no importa de donde nacimos sino la tierra que nos nutre. Los nacionalismos, la xenofobia y los derechos adquiridos son simples tonterías de seres que creen que comprenden su mundo, crean leyes, juicios, fronteras y un sinfín de condiciones para legitimar su imposible poder sobre la tierra.

Perdemos la vida pensando en la economía, cuando lo determinantes es la tierra, estúpidos

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