En mis tiempos de esclavo intelectual, trabajé para una
editorial que a su vez pertenecía a un grupo de empresas cuyo enfoque era
promover nuevas tecnologías de cómputo y telecomunicaciones.
La amistad que tuve con los ejecutivos de esas empresas se
conservó por décadas y, en algunos casos, se fortaleció: hasta que llegó el
triunfo de AMLO. Casi todos externaron su descontento. Nunca explicaban en que
les dañaba en lo personal, aunque había entre algunos lideres de grandes
empresas extrajeras, las cuales sí podrían verse afectadas, debido a un cambio
radical de reglas, que eliminaba de un día para otro la experiencia para
manejar trámites y negocios con el gobierno federal. Pero mi sentir es que la
mayoría de ellos tenía una convicción ideológica y no una afectación personal.
Durante las elecciones de AMLO me mantuve prudente en ese
grupo ante la avalancha de noticias falsas que se compartían entre sí. No
quería discutir lo innecesario, basado en el principio de que nuestro cerebro
busca información para ratificar lo que pensamos y no para informarse realmente.
Pero con el pasar de los años alguien preguntó en el grupo si
había alguien que apoyara a AMLO ya que ellos pensaban que el espíritu opositor
a la 4T era absoluto. Sin pensarlo mucho levanté la mano y di mis razones. La
polémica se puso interesante, pues ambos bandos, o sea yo -por un lado- contra
el resto -del otro lado-, aportábamos información o más bien básicamente yo
respondía y explicaba mi entendimiento sobre todos sus argumentos.
Creí que había salido airoso y convencido de que eran
personas de criterio abierto que podrían mantener una discusión abierta con
pensamientos divergentes, pero unidos por las raíces del pasado. En los últimos
meses, previo a las elecciones presidenciales de este año, descubrí que no era
así.
Ante una situación que no aludía directamente a AMLO expresé
mi punto de vista y se desató una breve polémica en donde manifesté
abiertamente que consideraba que este presidente estaba a la altura de Juárez o
Cárdenas. Esto ocasionó un lío desastroso, uno de ellos, un ejecutivo
inteligente, amable y diplomático consideró que era una falta de respeto
aportar mis puntos de vista.
Al conversar con el resto del grupo las razones del enojo de
esta persona enojo y su salida abrupta del grupo, algunos de ellos me dieron a
entender que incluso mi presencia no era bien vista. De pronto me convertí en
algo así como un espía que buscaba mantener informado a los morenistas de lo
que ocurría con el pensamiento de estos ejecutivos.
Afortunadamente no fueron todos. Al contrario, algunos
expresaron solidaridad y amistad, pero otros guardaron silencio ratificando el
tono de intolerancia que se había dado en ese grupo, que en esta campaña
comparten noticias realmente falsas queriendo aferrarse a una realidad
inexistente.
Lo que ocurrió en la extinta Yugoeslava
La experiencia me ha hecho reflexionar mucho respecto a la
polarización que se ha estado dando en la sociedad mexicana, a la que por
supuesto se acusa a AMLO -y sus “descerebrados” que le siguen- de provocarla.
He estado recordando lo que pasó en la extinta Yugoeslavia
que, cuando murió el Mariscal Tito en 1980, se desató una guerra racista
principalmente entre serbios y croatas de crueldad extrema. Yugoeslavia se
fragmentó en seis países a consecuencia de este conflicto. Recuerdo haber leído crónicas respecto a cómo
vecinos que antes se reunían para compartir una tarde de domingo y mantenían
amistad, se despertó una ola de intolerancia que convirtió en enemigos de
guerra a antiguos amigos y hasta familiares.
Y esto es una muestra de lo poderosa que puede ser la
intolerancia.
Racismo e intolerancia
La palabra correcta de loque está ocurriendo es racismo,
aunque nos duela reconocerla. Pero no es algo nuevo, comenzó con la conquista
española. Pero no voy a abundar mucho en ello. Los pobladores originarios fueron
despojados de sus tierras, patrimonio y cultura para ser tratados de una forma
subhumana que duró siglos, aunque los españoles se defiendan diciendo que
permitieron su existencia. Cuando se formó el país, como empresa independiente el
desprecio a la población originaria siempre ha tenido todos los rasgos de
racismo, que subsiste hasta la época.
Todo parecía haber terminado con la revolución, que fue
liderada por algunos líderes indígenas o de fuerte arraigo local, pero que fue
interrumpida por el mismo Statu Quo con la entrada de las fuerzas
carrancistas.
Sin embargo, la revolución tenía que “hacer justicia”, por
lo que durante la dictadura blanda del Priismo que sostenía el sistema, pero se
dirigía con maravillosos discursos y medidas paliativas populistas, el racismo
y el clasismo era un secreto a voces entre los miembros de clase y media altas.
No podría ser de otra forma. Los pilares del PRI eran
populares y eso hacía que se hicieran ciertas concesiones a los sindicatos y
uniones comerciales y populares que lo conformaran. Era retórica, falsa pero
dulce a los oídos de todos, ya que daba la esperanza a los menos favorecidos de
subir en la escalera social. Algunos lo lograban, ya sea por el lado político,
de negocios e incluso de la educación. Tiempos en que se fortaleció la
educación pública incluso con la creación y fortalecimiento de universidades.
Pero todo acabó con la llegada de los cachorros de la
revolución (De la Madrid, Salinas de Gortari, Cedillo), del TLC y
posteriormente del PAN. El clasismo se formalizó y el racismo asomó sus orejas
fascistas en la sociedad. “La blancura
es hermosura” me dijo una mujer sonorense cuando caminamos bajo el ardiente sol
del bajío.
El rico bagaje ideológico del neoliberalismo ha engatusado a
muchos intelectuales y personas que creen en el esfuerzo personal para tener
éxito, especialmente clase medieros con aspiraciones de crecimiento. Los
derechos laborales se acorralaron, las concesiones económicas a los sectores
populares dejaron de fluir y el cinismo se apoderó de la élite gobernante y
económica.
Con la llegada de AMLO y el brusco giro de timón para
alejarse del neoliberalismo se cayeron las cortinas que encubría ese clasismo y
racismo
En las elecciones presidenciales resientes en donde el PAN
se convirtió en una fuerza mediana y el PRI en pequeña, mientras que Morena se
convirtió en una aplanadora que dio una victoria indiscutible a Sheinbaum.
Previo a estas elecciones, la derecha se manifestó, de manera muy clara en las
calles gritando consignas racistas y clasistas, mostrando más odio que visión
de gobierno. La frustración, de ser tan pocos, ha derivado en enojo y violencia
verbal. Algunos extremistas han hecho un llamado a las armas.
¿Podría darse una división social como ocurrió en
Yugoslavia? Quizás sí, posiblemente no tan violenta, el temperamento del
mexicano es diferente, más determinado y prudente. Lo que es un riesgo es que
este antagonismo podría llevar al país a una balcanización, de la que ya mucho antes
hablaba Alfredo Jalife, por el interés del país del norte de preservar sus
intereses. El peligro de un conflicto está latente y sin duda el conflicto
civil en EUA podría influir en otro similar en México, con las élites tan dadas
a tomarlos como ejemplo
Provocar la unión
Aunque no nos guste y nos envuelva un oscuro deseo de
venganza, esto nos podría en el mismo nivel que ellos. Tenemos que trabajar en
fomentar la unión. El conflicto interno nos está alejando y aislando
socialmente. Está claro que el pensamiento reaccionario no cambiará su postura,
nunca lo ha hecho, pero la calidad humana de nuestras raíces culturales que
sigue vigente a pesar de tantas embestidas.
¿Te has preguntado porque no existen grandes comunidades de
negros en México? Porque la cultura del Anáhuac no es racista, asimila a todas
las culturas que se acercan, pero es tan poderosa y consolidada que ésta se
modifica, pero subsiste. Hay afroamericanos, pero estos se diluyen en la raza
cósmica que ha asimilado tantas razas y culturas y que según José Vasconcelos es
una síntesis de todas las razas que definirían el futuro de la civilización.
Este concepto puede ser valioso o no, aunque para mi es inspirador.
Pero no agrada mucho a la élite económica nacional. La idea de que gobiernen los habitantes
originarios, -nacos para este élite- les parece una osadía inaceptable. La
integración tan propia de las culturas originarias no ha permeado ni en una
grieta entre los que podríamos definir como criollos o proeuropeos y
pronorteamericanos. No es extraño. Aunque las división por castas son
costumbres generalizadas en la humanidad, el racismo es mucho más evidente en
las raíces europeas, principalmente en Grecia, cuna de su civilización con la
influencia del clima y el ambiente biológico planteada por Hipócrates y luego
por nada menos que Aristóteles. No es extraño que en muchos países de Europa
aun exista la idea de una raza sagrada que les gobierna como reyes, por su derecho
de sangre.
La carga de un mestizaje emocional
Estoy consciente que las ideas del mestizaje es una forma de
legitimar la invasión y destrucción económica y política y cultural de los
europeos. Pero es importante reconocer que muchos de nosotros a pesar de
nuestras raíces nos hemos occidentalizado aceleradamente, no hablamos ningún
idioma nativo y nos cuesta entenderlos.
El mestizaje es un concepto emocional, no tiene mucho que
ver con el ADN de nuestros cuerpos, sino con nuestra formación “civilizatoria”
que nos lleva a aprender ciencias y doctrinas ajenas a los pueblos originarios.
Muchos de los habitantes de las grandes ciudades tenemos ese
mestizaje emocional, incluso cuando un habitante de un pueblo originario se va
a vivir a alguna ciudad, lo define como progreso y llama indios a sus propios
pares.
El camino del corazón
La tarea, por lo tanto, es irónicamente contraria. Los
mestizos o mexicanos (como nos definen los pobladores originarios de diversas
culturas del país), debemos explorar nuestras raíces culturales, porque en
ellas encontraremos la forma de cambiar a la sociedad, especialmente si
comprendemos conceptos como el camino del corazón, el tequio y el entendimiento
que las deidades no eran como se entendían en el mundo occidental, sino
conceptos de formación, como la persistencia, el respeto a los demás, el
trabajo y la cooperación.
Por supuesto no se trata de que nos vistamos con plumas y
empecemos a danzar como lo hacen de forma muy honorable los que están tratando
de preservar esos valores culturales, sino de conocer otra forma de entender la
existencia y misión de las personas, la cual que no necesariamente se logra con
la obtención de bienes materiales.
Nos hemos perdido en un universo de aspiraciones, deseos y
expectativas muy orientadas a la satisfacción física inmediata. Admirar al que
tiene ropa de marca, autos nuevos, casas enormes y piel blanca es el éxito del
colonialismo que no queremos abandonar. Nos tragamos la idea de que, si le
echamos ganas, podríamos lograr el sueño capitalista de lograr riqueza y
admiración.
Hemos llegado al momento preciso de revisar todas nuestras
ideas que nos llevan a esclavizarnos al trabajo, al crédito y a la infelicidad.
Muchas personas que han alcanzado riqueza y fama han
descubierto que es un camino insatisfactorio, que algo falta a pesar de que
puedan cumplir todos sus deseos. Algunos de ellos han encontrado que al dar
logran más satisfacción y sentido de vida que recibir.
La gran mayoría de nosotros no podríamos llegar a sentir esa
libertad si primero queremos lograr lo que hemos definido como el éxito en la
vida. Redefinamos el concepto: el éxito en la vida se alcanza cuando logramos
controlar nuestro ego y aceptamos que en sociedad somos más poderosos y podemos
ser más felices si contribuimos a construir una mejor sociedad.
Este es justamente el camino del corazón del que hablaron
nuestros sabios ancestros. Algo que no difiere de otros ancestros sabios de
otras latitudes al decirnos que todos somos uno y que estamos más ligados a los
demás de lo que nosotros somos creemos. En síntesis consiste en comprender que
nuestras decisiones deben de favorecer a nuestra comunidad, respetar nuestros
valores fundamentales bajo el entendido de que seremos más felices en una
sociedad armoniosa.
Si somos seguir ese camino, sin perder la importancia de la
creación de riqueza para el bien social, seremos capaces de aislar el racismo y
minarlo al no encontrar el reflejo que ellos buscan.
Dicen expertos en neurociencias que si te tocas el corazón
al tomar una decisión te ayudará a tomar una decisión menos manipulada por la
mente.
Los otros
¿Recuerdas la película “Los Otros” protagonizada por Nicole
Kidman? Básicamente trata de dos tipos de entidades que ocupan una misma casa,
una era de espíritus de muertos y otra de vivos. Se temían porque no se conocían.
Nosotros, aunque somos mayoría, somos los otros para los seres
humanos de pensamiento reaccionario. Pero para ellos también somos los otros. No
nos conocemos, realmente.
Empezar por reconocernos a nosotros mismos hará que deseemos no ser como los otros y nos sintamos orgullosos de ser nosotros. No podemos
cambiar a los otros, pero sí podemos demostrarles que no somos como ellos, no
excluimos por raza o bienes materiales, somos capaces de aceptar otras maneras
de pensar y sabemos aquellos son también parte de esta sociedad.
No hagamos más grande el abismo, empecemos a tender puentes,
con el tiempo muchos de ellos comprenderán.
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