Nos sorprendemos con los avances de la inteligencia
artificial y la robotización, pero a pesar de que revolucionará la vida humana
de una forma trascendental hay un invento que supera por mucho lo que estas
tecnologías, pues sin éste lo demás no habría sido posible.
Me refiero a la palabra. Gracias a ella no sólo somos
capaces de nombrar la realidad, sino que nos permite comunicarnos con mucha
precisión con otras personas, sin importar lugar o tiempo, la palabra no da
información valiosa que ha permitido la evolución de la humanidad por miles de
años.
Y aunque se puede estar de acuerdo con mi antiguo vecino de
cubículo en los años 80 en Acatlán, Oscar de la Borbolla, en su artículo “El lenguaje nos ciega” (), sobre su
afirmación de que las palabras nos limitan y encajonan, es inevitable pensar
sin palabras. Con toda la información limitada y errónea que cargan el
significado de las palabras, sus prejuicios y limitaciones, el pensamiento
evoluciona con el lenguaje, entre más dominio tenemos de éste, más
entendimiento podemos tener de la realidad, siempre y cuando no nos quedemos
encerrados en ellas.
Su poder para la comunicación
La palabra también nos ayuda a modificarla, recrearla o
reducirla, según nuestra intención, pero no es una labor sencilla.
Lo más fácil de destacar de los atributos de la palabra es
su alcance en la comunicación. Si bien es cierto que se dice más con imágenes,
especialmente si son multimedia, la palabra ancla el sentido de los mensajes,
como bien saben los expertos en uso de imágenes, es decir ayuda a definir la intención
del mensaje y reducir la capacidad creativa de quien lo recibe, quien tiene una
infinita variedad de opciones para interpretarlo, determinada mucho más por el
contenido de su propia mente, que el contenido del mensaje.
El papel educativo de la palabra es determinante. No se
podría dar sentido a los hechos sin la capacidad que ofrece el lenguaje para
orientar la interpretación con alta precisión. La capacidad de significados
acumulativos es impresionante. Por ejemplo, la palabra puede referirse a un
objeto, pero también a la clasificación social del objeto y a la experiencia
personal que se va modificando con el tiempo. Piénsese en la palabra perro, lo
que designa, lo que se dice de los perros en la sociedad y el significado que
tiene para cada uno de nosotros. Y con esto apenas se toca los bordes de una
disciplina de estudio enorme, en la que no abundaremos.
Por las mismas razones, también tiene un poder adverso para
las personas, cuando se usa para manipular y engañar a las personas con
palabras que no reflejan la realidad y la distorsionan. No hay mucho que
explicar al respecto, solo basta con echar un ojo a las noticias para explicar
este poder.
Su poder para crear la realidad
A pesar del papel que ha tenido el uso de la palabra para la
evolución social, su papel fundamental está en la capacidad para crear y
recrear la realidad.
Un tema sin duda polémico, principalmente porque rebasa los
límites del sentido común derivado del pensamiento científico tradicional,
desarrollado en el materialismo en donde sólo existe aquello que se puede medir
y replicar en un laboratorio.
Es tema que también en filosofía se ha discutido mucho, pero
es tan denso que a las personas comunes y corrientes como nosotros nos dejan el
mismo lugar, sin soluciones prácticas para desenvolvernos en la vida.
La neurociencia ha reducido este abismo de conocimiento al
demostrar que hay una cantidad enorme de información no consciente que nos
ayuda a tomar decisiones incluso antes de que nuestra mente esté cabalmente
informada.
Esta información no consciente se conecta con un banco de información
atemporal, un universo de conocimiento intangible que muchos autores han reconocido
y contextualizado, como lo explicamos antes en estos vídeos:
La transformación de la realidad es posible, pero no
demostrable con las herramientas de la ciencia materialista, lo que no debería
detenernos para probar un cambio trascendental en nuestras vidas, pues el saber
esto no es suficiente
El reto de la palabra
Si bien es cierto que el papel más importante de la palabra
se desarrolla en el interior de cada uno de nosotros mismos, es decir en
nuestra mente, esto no quiere decir que sea una tarea sencilla. La civilización
nos ha formado con códigos que han facilitado el entendimiento de la realidad,
pero también la han encajonado y sobrecargado de prejuicios, mitos y
deducciones erróneas.
Esta falta de consistencia de la información que recibimos
de la sociedad nos hace inseguros ya que no tenemos la certeza de entenderla,
lo que se traduce en emociones que muchas veces son contrarias a nuestros
pensamientos.
Si las palabras fueran neutras, o mejor dicho si lo que
pensamos se hace con una selección cuidadosa de las palabras, lo expresamos
adecuadamente y nuestras emociones y sentimiento se armonizan auténticamente
con lo que decimos, entonces se abre un vasto potencial para transformar la
realidad.
Si lo analizamos bien, nos daremos cuenta de que nuestro
pensamiento está muy cargado de emociones del pasado por diversas experiencias
y de una ansiedad inquietante por el futuro. Esta falta de armonía entre lo que
pensamos, decimos y sentimos nos hace torpes e incapaces de cambiar nuestro
entorno, pero sobre todo de conectarnos con esa riqueza de conocimiento
colectivo que está a nuestro alcance.
Es una ironía que en nuestras palabras resida el poder
creativo del universo pero que seamos nosotros mismos por el poder de domesticación
que ha diseñado la sociedad y forjando nuestra mente quienes frenemos su
creatividad.
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