De acuerdo con un estudio realizado por Alain Cohn, Michel André Maréchal, David Tannenbaum y Christian Lukas Zünd y publicado por la revista Science el pasado 20 de junio, México ocupo el lugar 29 de 40 países a los que se les hizo una prueba de honestidad cívica, que es la base para el desarrollo económico y social que a menudo se contrapone con el interés personal.
El experimento de campo se hizo en 355 ciudades que abarcan 40 países de todo el mundo.
Los investigadores colocaron en instituciones públicas y privadas más de 17,000 billeteras perdidas con cantidades variables de dinero con el fin de analizar si los que las encontraran se contactarían con el propietario para devolver las billeteras.
En casi todos los países, los ciudadanos tenían más probabilidades de devolver las billeteras que contenían dinero, excepto en México, que -cómo se puede ver en la gráfica- la gente tiende a no regresar la cartera si tiene dinero en ella.
De acuerdo con los investigadores la gente regresaba el dinero por el temor de verse a así, mismos como ladrones, lo que al parecer no afecta a las personas en México, lo que parece indicar que mucha gente no tiene ningún problema de obtener dinero, sin importar cómo se haya obtenido.
Éste es el reto más grande para resolver en México, que dejemos de aplaudir al deshonesto rico y a valorar el honesto pobre. Es curioso justo al escribir esta líneas siento que la gente me percibirá como ingenuo, porque en este mundo lo que hay que hacer es ponerse “listo” y entender como está la “tranza” aquí.
Sin embargo, como dicen los autores del estudio, la honestidad social es clave para el desarrollo del país, no robarnos entre nosotros es indispensable para poder confiar en que el vecino nos ayudará a ser mejore personas y no tendríamos que estar preocupados porque alguien pase y nos robe lo que tenemos.
Regresar una cartera, si tiene dinero, al dueño de esta, tiene que ver con nuestro futuro, con la posibilidad de poder vivir en un mejor país y no se trata de rendirse pensando que “es cultural, es imposible”, si no de que lo hagamos posible, especialmente si cuestionamos públicamente al deshonesto, en lugar de aplaudirle.
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