Lo contrario a neoliberalismo no es socialismo


Aunque se quisiera, no se puede oponer un modo de pensamiento moderno con modelos que ya han sido superados por la historia. Por lo tanto ni la práctica del socialismo, ni la del nacionalismo se pueden oponer al muy acabado modo de ser y actuar que constituye al neoliberalismo.

Además a pesar de su declive y fracaso en su propuesta de crecimiento económico global y local, el neoliberalismo subsiste en la mente de las personas como un modo de interpretar la realidad, por lo que para construir su oposición la historia es insuficiente si no se conforma en un modelo de pensamiento integral y suficientemente moderno para competir de forma digna.

Y una ideología igual de absoluta que se contraponga el neoliberalismo aún no existe. Por eso se recurren a modelos ideológicos viejos pero efectivos como el nacionalismo.  Esto no esta exento de peligros, el nacionalismo tiene un tinte racista, pero es un discurso que tiene los suficientes argumentos para desmoronar los sistemas económicos que han mostrado su fracaso en muchos planos (como el productivo, el de la propiedad industrial o el ecológico) pero que puede resaltarse su fracaso en prácticamente todos los países que no están dentro del privilegiado circulo de jugadores dominantes como China y otros países asiáticos. 

Además por la naturaleza de pensamiento neoliberal la izquierda y derecha se ha desdibujado. El discurso neoliberal tiene una fuerte base izquierdista cuando habla de la libertad absoluta desde la corporativa hasta el pensamiento que se considera como una propiedad privada con un tratamiento similar al de un bien inmueble, aunque en el sentido estricto contradiga la realidad en donde olas de pensamiento se van compartiendo en redes sociales a escala global sin que haya fronteras económicas, territoriales o legales que puedan limitarlas.

Pero si el socialismo y el nacionalismo son oponentes con desventajas hay otro modelo de pensamiento que se contrapone al corazón mismo del neoliberalismo: la vida lenta.
El localismo, el regreso a la naturaleza, el Slow Down han sido criticados por los intelectuales que se definen de izquierda porque este tipo de soluciones sólo ofrecen una alternativa local sin dar respuestas globales como el neoliberalismo lo hace. Con desprecio algunos intelectuales lo califican como cultura o ideologías folk.

El argumento es de peso, ninguno de esos movimientos ofrece una respuesta global, como lo hace el neoliberalismo.

A pesar de ello, lo interesante de un proyecto de vida lenta es que da una respuesta a la esencia del neoliberalismo: los sujetos no tenemos por qué estar midiéndonos bajo parámetros de rentabilidad, inversión o retorno de inversión. Antes que sujetos económicos somos seres vivientes cuya existencia en este planeta es limitada.

Desde esta perspectiva el tiempo es oro, si, pero bajo la idea de que debemos aprovechar cada instante para enriquecernos, sino porque es un recurso limitado que no podemos comprar, ampliar, extender, pedir prestado o rentado. El tiempo es nuestro y ni siquiera sabemos cuánto tenemos.
El tiempo es la métrica objetiva de la vida y por lo tanto su uso, nos guste o no es el camino que recorrerá esta vida. (Aclaro que esto no tiene que ver con una evaluación de la calidad de vida, sino con la duración de ésta. No somos inmortales, nuestro tiempo es limitado por años, días, horas y segundos y no podemos cambiarlo mucho, a lo mucho efímeras extensiones).

Privilegiar el uso del tiempo en lugar de buscar la rentabilidad destruye el corazón del neoliberalismo y por lo tanto su más fuerte oponente.

En efecto no hay una respuesta global desde una propuesta local como la vida lenta, pero si partimos lo que los sabios de las tradiciones antiguas nos aconsejan, para cambiar el mundo primero debemos sanar nuestro interior. Y luego quizás tengamos la oportunidad de ocuparnos de nuestro entorno como lo hace los que proponen la vida lenta o el consumo local.

Eso dará sentido a nuestras vidas.

Lo global tendrá que sujetarse de este principio y no será tan complejo, porque el pensamiento es universal y ahora tenemos la tecnología de comunicación para mantenernos conectados y compartir el conocimiento con cualquier persona que esté en cualquier lugar del planeta.

Es también entender la globalización de otra forma.

La economía global es en realidad la suma de todas las locales, pero ordenadas de un modo diferente un acontecimiento grave no tiene porque dañar todo el sistema, como ahora ocurre con la economía globalizada que depende de lo que hagan los grandes jerarcas de las bolsas para definir lo que compraremos en el mercado local.

En este sentido tendríamos que imitar el funcionamiento de los sistemas biológicos. El daño de un sistema no evita que los demás sigan funcionando. El problema se localiza y sólo los daños sistémicos afectan el resto de los cuerpos. Ahora es al revés, todo está relacionado de modo que cualquier desequilibrio afecta a todo el sistema.

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