Del cambio político al económico ¿a quién le toca el siguiente paso?


"El modo de producción de la vida material condiciona, en general, el proceso social, político y espiritual de la vida”

Esta frase no puede ser más clara para comprender lo que necesitamos ahora como sociedad, pero pertenece a un filósofo tan censurado en la era del neoliberalismo que prefiero no mencionar su nombre, para no generar rechazo.
Será suficiente con aclarar que a pesar de estas críticas, su forma de explicar cómo se estructuran las sociedades determinadas por su modelo de generación de bienes y servicios, sigue siendo vigente y ayuda a entender muy bien lo que está ocurriendo en la actualidad, con la degradación del neoliberalismo y el surgimiento de otras formas de organización económica y por lo tanto política y social.

Esta teoría nos ayuda a entender que  cambio de régimen que estamos viviendo será efímero sino reorientamos la forma en como producimos lo que consumimos. Si queremos un cambio real debemos cambiar nuestra forma como nos hacemos llegar de los bienes materiales, ya que esto condicionará la vida en sus aspectos sociales, políticos e incluso espirituales.

Las elecciones, y el nuevo grupo en el poder, es sólo una manifestación de intención de cambio, no el cambio mismo.

Es decir, si seguimos consumiendo productos de marcas globales, teniendo un estilo de vida en donde la utilidad económica sea el eje rector de nuestras decisiones, mientras pensemos en términos de rentabilidad, no habrá ningún cambio real, por mucho que apoyemos el cambio político y seamos fanáticos de sus protagonistas.

Pero este cambio, en lo económico, no lo puede hacer el gobierno, tan sólo puede fomentarlo, los ejecutantes de este cambio somos los miembros de la sociedad.

Si fuimos lo suficientemente decididos para votar por un cambio, ahora nos toca ser responsables con nuestra decisión y realizar este cambio.

¿Qué es lo que nos corresponde?

Producir y consumir lo que usamos, comemos y contratamos se ha convertido hoy en la prioridad. Es tiempo de moverse al mercado local, crear nuevos productos y servicios y consumirlos.

Si fuéramos capaces de consumir exclusivamente lo que producimos no sólo tendríamos un efecto en espiral en nuestro bienestar económico, sino que además el cambio se daría en esferas como nuestra convivencia social y nuestra visión del mundo.

De esta forma recuperaríamos el mundo que hemos perdido, el cual ha sido expropiado por sueños de globalización sin identidad y atributos ciudadanos.

El reto es que, al parecer, sólo unos cuantos están conscientes de la importancia de este cambio, el riesgo es que la mayoría se convierta en espectadores del cambio y lo avanzado se diluya en nuestro consumo.


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