Éste es no es un post nostálgico, no intento decir que tiempos pasados fueron mejores, porque no lo creo. Incluso considero que hay una faceta agradable en descubrir que las palabras pierdan significado, pues se rompen los estereotipos dando la oportunidad de discutirlos
Pero también complican la comprensión y la comunicación de la realidad. Lo que genera confusión, invasión intencional de nuevos significados y, obviamente, confusiones.
Hoy, por ejemplo ya no se puede decir sirvienta a una persona que sirva a otra, porque suena discriminatorio y ofensivo, de modo que de pronto, sin darnos cuenta, la canción del Niño Chillón de Cri-Cri, se volvió políticamente incorrecta. Aunque el acto de servir a otras personas siguen existiendo, en iguales o, en algunos casos, peores condiciones de empleo.
No voy a a abrir una discusión sobre el tema, solo busco reflexionar lo que pasará con trabajos como peón, obrero o soldado sardo ¿llegarán a ser ofensivos algún día? Ya no se puede decir, por ejemplo, ni aeromoza, ni azafata, ahora son sobrecargos. Cuando uno no se actualiza, se pueden decir palabras que resultan ofensivas simplemente por no estar al día en ese contexto.
Llegará el momento en que todos seremos gerentes, porque todos estamos gestionando algo, todo lo demás será políticamente incorrecto.
Ya no puedo decir que nos estamos volviendo maricones en el uso del lenguaje, porque ahora es ofensivo para la comunidad LGTBI, aunque el la intención de uso de mi palabra sea en el sentido de referirse a una persona apocada o falta de coraje, lo cual no tiene nada que ver con la orientación sexual.
En este caso, lo políticamente correcto sería decir que nos estamos volviendo pusilánimes en el uso del lenguaje, aunque muy pocos entiendan lo que quiero decir.
Por supuesto, estoy consciente que con lo que he expresado puedo ser calificado como discriminatorio y quizás machista, puedo ser vapuleado en redes sociales, simplemente por usar palabras que han perdido su significado y han caído en el cajón de las palabras proscritas.
La precisión en la comunicación a través del lenguaje hablado está en el uso de las palabras exactas en su significado, tanto para quien la expresa como para quien va dirigido el discurso, en sí mismas sólo tienen un significado de comunicación, la connotación de ésta depende tanto de la intencionalidad del que la usa, como la del que la escucha o la lee.
Si una persona se comunica con un público que no ha proscrito ciertas palabras y entiende perfectamente la intención y el significado del discurso, no es aceptable que un tercero la descalifique. Es más, en el ejercicio de la comunicación social, la opinión o calificación de este tercer no es importante.
Pienso que no hay razón para prohibir las palabras por su significado, sino discutir sobre la interpretación de las mismas. De hecho la sociedad creará nuevas palabras para expresar esa connotación que reside en la visión del mundo de las personas y no en la herramienta del lenguaje cuya definición formal es territorio de los expertos
En el ámbito de la política el asunto se agrava, porque de ahí se derivan decisiones políticas relevantes como es el caso de las votaciones, que en el fondo se basan en entendimientos con palabras que han perdido su significado. El ejemplo más claro es la división clásica entre derecha e izquierda.
Esos conceptos han quedado obsoletos. Cuando uno compara las propuestas del ultra derechista Jair Bolsonaro con las del calificado como de izquierda liberal López Obrador, hay diferencias de forma y de fondo, pero también similitudes: reducir el gasto del gobierno, redistribuir los ingresos, acabar con la corrupción, reducir la delincuencia, terminar con las mafias y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
Los expertos del neoliberalismo dirán que esto se debe a que ambos son populistas, entendiendo este concepto como aquel discurso que promete medidas cosméticas en beneficio de la población, pero que sostienen medidas determinantes en la estructura económica en provecho de un grupo social que en la realidad se convierte en el verdadero beneficiario del sistema económico
Una salida falsa para facilitar la crítica política, pero que se quedó sin sustento cuando Obama se declaró populista o cuando los ciudadanos no comprendemos porque el crecimiento económico no se traduce en crecimiento personal para la mayoría de nosotros.
Desde este punto de vista no hay nada más populista que el neoliberalismo que promete que el libre mercado y la competitividad logrará mejores precios para el consumidor y por lo tanto mejoraría su calidad de vida. La realidad ha demostrado que este sistema provoca pérdidas de empleo, salarios bajos, pérdidas de bienestar para la población y un grupo social empresarial y financiero altamente beneficiado, justo como se define el populismo.
Además, es difícil pensar que Hilary Clinton, Andrés Manuel López Obrador, Emmanuel Macron o Lula da Silva quepan en una misma categoría política de “izquierda”, sólo por oponerse al conservadurismo, el cual también es un cajón de mezclas ideológicas irreconciliables en algunos aspectos culturales e interpretaciones de justicia.
Gracias al neoliberalismo que acorraló el desarrollo humano con términos economicistas, la izquierda en los gobiernos dejó de existir y, por consecuencia, lo mismo ocurrió con la derecha, estas palabras como las otras ha perdido su significado y son como cartones de leche vacíos que sólo ocupan espacio en nuestra despensa mental.
Habrá que esperar la creación de nuevas palabras, pero a diferencia de las primeras, la sociedad no tienen capacidad de crearlas, en este nivel ideológico se requiere la participación de pensadores que el liberalismo proscribió y las envió a las barracas del intelectualismo crítico, golpeado y empobrecido por no ser rentables y generar retorno de inversión (ROI, por sus siglas en inglés).
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