El porvenir más allá de la retórica



Para las personas que desconfiamos de las no comprobables explicaciones religiosas y de las torcidas campañas de marketing, las celebraciones de fin y nuevo año son espacios de tiempo difícil de acomodar.

Se puso de moda decirnos “grinch”, pero antes nos calificaban de amargados. Tiene un poco de veracidad pues nos es difícil de reconocer hay algo de positivo que la gente se sienta “buena” por unas horas y decida ser generosa con los  demás, aunque al final de cuentas se vuelvan víctimas de la publicidad llegando al extremo de regalarse cosas a sí mismos.

Sin embargo, hace años encontré una solución a este nada despreciable dilema -por los conflictos familiares que engendra-. Una vez que comprendí que la humanidad, antes de la religiones y, por supuesto, del marketing, solía preocuparse porque cada noche duraba más tiempo, hasta el momento extremo de temer que el sol podría no aparecer.

La noche buena, podría ser la noche más “mala” porque es la que dura más tiempo, pero a partir de ese día empieza a acortarse hasta que el ciclo se renueva.

Muchas civilizaciones de tiempos diferentes tuvieron esta preocupación, de tal modo que se convirtió un momento de revisar las causas por las que una fuerza misteriosa nos castiga con la posibilidad de que el sol, la luz de vida en la civilización no apareciera nunca más en el horizonte.

Este pensamiento irremediablemente nos lleva a nuestro interior. ¿qué hicimos mal que podemos evitar el ciclo que viene? ¿Cuáles son nuestros nuevos propósitos de año nuevo?

Cada quien tiene sus propias maneras de hacer esta introspección, si es que la hace, pero lo importante es que es un espacio de tiempo que nos permite, más allá de cualquier creencia religiosa, mercantil o política, reflexionar sobre lo que hicimos y haremos en un nuevo ciclo de vida.

Este año es particularmente importante para las personas que pensamos que a partir de la caída del muro de Berlín el mundo había cambiado irremediablemente hacia el egocentrismo y Retorno de Inversión en nuestras etapas más íntimas de la vida y el bloqueo y menosprecio al pensamiento crítico.

Es importante porque ese nuevo mundo neoliberalista parecía irreemplazable. A distancia incluso los gobiernos daban la impresión de haberse convertido también hacia el neoliberalismo, con discursos y acciones que consolidaban la división internacional del trabajo y el impulso depredador que destruye la ecología en aras del progreso y la libertad.

En lo personal, con ganas de no estar en el mundo de los amargados, abandoné el mundo académico para concentrarme de lleno en el mundo empresarial, le compré a Salinas de Gortari su promesa de convertirnos en un país de primer mundo y pagué mi cuota de inocencia, con a desilusión de descubrir que la revista que queríamos internacionalizar con capital norteamericano iba a ser comprada con el fin de ser cerrada para darle paso a un único discurso editorial centralizado en Estados Unidos.

Fue hasta el 2018 que comprendí las razones económicas del triunfo del discurso nacionalista de Trump y sus implicaciones en nuestro país y, seguramente en el mundo: el fracaso del neoliberalismo que convirtió en perdedor al país que lo creó y en ganador a los chinos que eran considerados unos humildes maquiladores de mano de obra barata.

El triunfo de López Obrador  no habría sido posible en un contexto de pujanza neoliberalista. El nuevo régimen en México es también señal del mal estado de salud de ese sistema económico e ideológico que se pudrió desde dentro y no, como algunos esperábamos deteriorados por la presión del mundo, a la cual mostró (y muestra) mucho vigor e invulnerabilidad.

Como escribe Wendy Brown en su libro “El Pueblo sin Atribuitos”,  el neoliberalismo se ha filtrado a nuestras capas más profundas de la sociedad, se ha impregnado en nuestra intimidad, en nuestro modo de ser y actuar, de tal forma que es prácticamente imposible separarlo de nuestra propia concepción del mundo.

Si lo vemos fríamente casi no hay espacios para otros modelos de pensamiento. El mismo discurso del presidente López Obrador, cuando declaró su famosa frase “Por el bien de todos, primero los pobres” no se distingue mucho de los discursos de Obama que resaltaba la importancia de integrar a las capas pobres de su población para mejorar la productividad de la sociedad entera.

Tampoco se diferencía mucho del discurso de Bolsonaro en su toma de posesión como nuevo presidente de Brasil, que promete  mayor austeridad y mejorar las oportunidades de empleo y los precios a las capas más pobres.

La búsqueda de la rentabilidad, sustentabilidad o autosuficiencia económica del neoliberalismo ha dejado vacíos los conceptos de izquierda o derecha en la política, ya no son diferentes porque cualquier proyecto político está obligado a justificar su viabilidad económica para que sean aceptados por la comunidad internacional financiera que define con docta autoridad los proyectos viables o no viables en el mundo.

En este escenario no se puede esperar mucho de los gobiernos del cambio pues aunque el liberalismo esté en decadencia, es suficientemente fuerte para descalificar cualquier proyecto que no esté en el cauce de lo que se considere viable económicamente en una compleja economía globalizada.

Sin embargo, a pesar de estas barreras, el cambio es fundamental por al menos dos razones de gran valor.

-El hecho de que el Estado recupere su poder y función como responsable de conducir el destino de una nación, poniendo freno a la corrupción y a la depredación del territorio
-La indispensable apertura de nuevos espacios de discusión, que redefinan el futuro del país con nuevos conceptos filosóficos y económicos que superen los conceptos neoliberales que se están desmoronando en la misma práctica social, pero que aun seguimos usando con frecuencia y convicción.

Quizás nos lleve mucho tiempo construir una nueva visión del mundo que necesairamente debe construirse sobre el actual, así como el mercantilismo se construyó sobre el feudalismo y el capitalismo sobre el mercantilismo, del mismo modo nuevas visiones económicas y filosóficas se construirán sobre el liberalismo y neoliberalismo.

De hecho ya hay piezas sueltas de las que hemos venido hablando por años, temas como el respeto a la naturaleza, sistemas productivos que se entrelacen con la naturaleza para colaborar y no luchar contra ella, el rescate del valor del ser, la importancia del ocio creativo, la redefinición del hecho de “no hacer nada”, el encuentro con culturas y conocimientos ancestrales que han demostrado mayor sabiduría de la que creíamos y el propio sentido de bienestar más allá de la posesión de objetos y la vivencia de experiencias extraordinarias, la importancia de la productividad local y el consumo consciente.

Elementos como estos y muchos otros están diseminados en la sociedad, en la práctica cotidiana de muchas personas, sólo necesitamos los espacios para recuperarlos, discutirlos y asimilarlos para generar una nueva visión del mundo, una que signifique una evolución de la humanidad, si no queremos ser víctimas de nuestras propias ambiciones.

En esta línea de pensamiento es bueno escuchar otros pensamientos. Este vídeo me gusto en particular porque la procedencia ideológica, cultural y social de quien es entrevistado. Es una buena manera de iniciar un nuevo ciclo con apertura mental y espíritu colaborativo y de integración



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