A menudo me pregunto cuántas cosas están ocurriendo
simplemente porque lo que los humanos pensamos de forma repetitiva. Nuestra
virtud es nuestro gran defecto: a alguien se le ocurre un modo acertado de
hacer algo y los demás tendemos a imitarlo creando con ello un modelo mental o
un modo de hacer que se establece después en una norma, una tecnología, una ley
o un uso social. Esta manera de imitar lo exitoso nos ha permitido
desarrollarnos, se le llama aprendizaje, pero también nos ha limitado.
Pocos se ocupan de intentar nuevos modos de hacer y generalmente se les llama locos, inadaptados
o rebeldes. El resto de la gente los ignora y los líderes de los sistemas los
desacreditan porque cuestionan sus fundamentos.
Pero la humanidad necesita regenerarse, el hecho de que un
modelo tenga éxito para sí mismo, no significa que funcione bien para la
sociedad entera o para el medio ambiente. Esta limitación es muy clara en el
mundo empresarial: cada día un reducido número de empresas son más poderosas,
mientras que las que están en el otro extremo de la escala de tamaño y participación del mercado perecen
ante el embate del desarrollo tecnológico. Los empleos –otro bastión de la
plataforma empresarial- muestran una
tendencia mundial a la baja tanto en calidad, creación de nuevas plazas y
realización personal. El libre albedrío personal, tan pregonado en la
democracia, está limitado por la
disparidad en el tamaño de empresas, ya nadie como persona o grupo es capaz de
competir con las marcas globales, ni siquiera los estados mismos que a menudo no
tienen herramientas económicas o legales para limitar la acción de algunas
empresas globales en sus propios
territorios.
Pensar en una mirada retrospectiva para rescatar soluciones
que ya se habían descartado por disfuncionales tampoco es buena idea. El pasado
no ha sido mejor, por eso la humanidad busca evolucionar.
La opción es crear nuevas ideas, nuevos modelos
empresariales que den impulso a los mercados locales, a los empleos y a las
oportunidades de los emprendedores sin capital. Y estas ideas no van a llegar
de las mejores universidades del mundo: ahí no está la necesidad. La urgencia
es con nosotros, los que hablamos un idioma que no es el estándar mundial, que
vivimos en países que no son ejemplo en el mundo. Aquí está la necesidad y por
lo tanto es el lugar adecuado donde la misma necesidad puede hacer surgir un
modelo empresarial alternativo que
revolucione el mundo.
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