El desgaste de lo gourmet en Liverpool


La definición más purista de Gourmet se relaciona no con la comida sino con el que sabe de comidas, es decir es una persona enterada de gastronomía y aficionada a las comidas exquisitas. A su vez, por exquisito, se entiende algo singular y de extraordinaria calidad, primor o gusto en su especie. 

No sé si se debió a la publicidad o a la mercadotecnia, o simplemente por costumbre hemos convertido el sustantivo “gourmet” en adjetivo. Así encontramos en el mercado que hay pastas, platillos, restaurantes, latas, modos de preparación, sitios  y hasta cultura  que son calificados como gourmet. Lo que se asume que son productos, lugares, servicios o modos de ser que se distinguen por ser exquisitos, es decir: singulares, de extraordinaria calidad y con gusto en su especie. 

 Así lo percibí cuando descubrí el centro Gourmet de Liverpool en Mariano Escobedo. Debido a que iba a visitar a un cliente por la zona y que me gusta estacionar mi auto por mano propia, elegí el estacionamiento de éste almacén. Al salir por el acceso frontal me encontré con ese centro que llamó mi atención, así que decidí probar suerte con unas “tapas” en la barra de comida española. La verdad no sólo me gustó, la experiencia fue magnífica al darme cuenta que vendían diferentes clases de vino por copa, lo cual me permitía conocer un poco más de esa bebida inquietante. 

Así que con esa grata experiencia decidí que llevaría a mi pareja a conocer el lugar. Pero como suele ocurrir pasaron los meses y casi lo olvidé. Hasta que un día alguien me lo recordó en una conversación. Le pregunté a mi interlocutor que si había comido ahí y comentó que si, aunque me dio la impresión de que no le parecía nada extraordinario como me lo había parecido a mí. Lo dejé pasar. Pero la inquietud  renació, así que unos días después le insistí a mi compañera de la vida que fuéramos a comer a ese centro gourmet. Estaba seguro que le gustaría. La llevé al Liverpool que se encuentra en Félix Cuevas.

Pero ella, obviamente, no tiene mis mismos gustos por lo que no eligió la barra española (con copas de diferentes vinos) sino la italiana.  El menú de esta sección no me inspiraba pero al enterarme de que podía comprar los vinos en la barra española me decidí por una pizza de salmón, quizás queriendo revivir la experiencia de las tapas de salmón que había probado la primera vez.

La experiencia fue desastrosa en muchos aspectos, a grado tal que salí con la impresión de que la palabra gourmet no significaba nada para esta empresa o cuando menos para sus colaboradores. Corrijo: la palabra gourmet sólo significa “más caro”,  pero no necesariamente exquisito. No me considero una persona experta en gastronomía, ni siquiera un conocedor mediano, pero sí con la suficiente experiencia para poder comparar entre lo que es extraordinario, bueno y mediocre, con ese conocimiento básico me fue suficiente. 

El primer mal momento fue al momento de pedir la comida, a diferencia dela primera vez ahora debía de pagar al solicitar la comida. Al hacerme la cuenta la cajera me sorprendió con una pregunta inesperada: ¿Quiere dejar propina? Mi respuesta salió de mi emoción de forma instantánea: “No señorita, las propinas se dan como agradecimiento al servicio y todavía no sé cómo será el de ustedes”. Una cliente que estaba al lado mío  sonrió solidaria y pidió que cancelaran la suya también.

El segundo momento fue el tiempo de espera. En un principio pensé que ésta era la diferencia entre dejar propina y no hacerlo, pero cuando me acerqué al lugar en donde estaban entregando los platillos descubrí que las quejas eran numerosas. Así que me sentí como aquel que dicho que dice: “mal de muchos consuelo de tontos”.

El tercer momento fue la calidad de la comida. Hay pizzas que son deliciosas en cada uno de sus ingredientes y este no tenía uno sólo que justificara la definición de gourmet; en el caso del platillo de mi pareja el contenido era aún más decepcionante, pues no estaba bien preparado, incluso había que quitarse de la boca los tallos no comestibles de uno de sus ingredientes.

 La mala experiencia tuvo un efecto contundente en mi percepción. No sólo borró la primer buena experiencia  sino que sentimiento de engaño se trasladó al resto de los sitios e incluso productos que se vendían en centro gourmet. Me pregunté si éste concepto tendía un problema de origen, pero al menos la arquitectura no lo aparentaba, parecía que en realidad se trataba de ofrecer una experiencia exquisita al comensal;  por lo tanto asumí que era un problema de supervisión o, peor aún, de desdén, algo que he sentido en otros almacenes. En Costco , Sam´s  y  Home Depot, tratan a todos sus clientes como ladrones potenciales, al supervisar lo que sacan en cada carrito de compras. A sus dueños no parece interesarle la dignidad de sus clientes mexicanos, pues esto no ocurre en todas las latitudes. 

Caminaba reflexionando sobre este tema en un andador verde en Coyoacán. La basura y el descuido de los muebles y plantas, que había en mí alrededor,  me hizo pensar que tenemos un problema grave de falta de respeto hacia nosotros mismos. 


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