La industria de los libros ha muerto viva la industria del libro

Durante la premiación de 2013 National Book Awards celebrada el dìa de ayer en EUA surgió otra vez el tema de la muerte de los libros por los efectos de  internet. En una breve pero entretenida descripción el reporte de NewsWeek el periodista Alexander Nasaryan escribe:
“(Los ganadores) dicen que el negocio está muerto. Y tal vez sea cierto. Ya nadie lee, dijeron. Probablemente es así. Pero  tú no  lo habrías sabido en la noche del miércoles, cuando los literatos invadieron los templos de los cambistas.” 
El periodista se refiere a que la ceremonia se realizó en Cipriani un mausoleo ubicado en corazón de Wall Street.

Uno de escritores que en la ceremonia arremetió contra internet y twitter  fue Edgar Lawrence Doctorow escritor de novelas que creció en el Bronx de Nueva York y en que sus obras mezcla historia con crítica social. Considerado como uno de los autores más importantes de la literatura contemporánea estadounidense.  Sus libros  han sido traducida más de a 30 idiomas y ha sido candidato al premio Nobel.

Es decir, estamos hablando de personas que saben lo que dicen.

La polémica respecto a la muerte de los libros lleva ya unos buenos años,  pero sin duda en cada año la industria del buen libro, de ese que enriquece el alma y abre las mentes ocupa menos papel, aunque quizá no necesariamente  menos espacio en las mentes ávidas de buena literatura.

En el 2008 Alessandro Baricco publicó un ensayo titulado Los Bárbaros en donde explicaba cómo varias industrias, entre ellas la del libro, han sido transformadas por la masificación de la producción de ejemplares. La lógica económica  exige muchas copias para hacer rentable una industria, el problema es que escribir para muchos requiere de menos profundidad y menos exploración literaria. Hay ciertas reglas que debe cumplir la obra literaria para que pueda ser consumida por esa masa creciente de compradores  “bárbaros” que define Baricco.

 Todo parece indicar que en las librerías tradicionales seguirán existiendo, quizá no con tan buena literatura o con la buena literatura de autores renombrados que garantizan un éxito en su tiraje masivo.
Si bien es cierto que la gente lee menos, esto quizá sólo puede preocupar a los que requieran de esos grandes tirajes, pues habrá que hacer más marketing para que los lectores -sobrecargados de información basura y sin tiempo disponible para concentrarse en una sola tarea que exige mucha atención como la lectura- se animen a dejar sus dispositivos electrónicos para leer un libro. Aunque sea uno de esos que todo mundo lee.

El lado bueno del tema es que hasta aquí estamos hablando de la industria del libro impreso. En el mismo umbral del infierno que consume materia gris de posibles consumidores se encuentra también una cantidad hasta hora  ilimitada de espacio  para poner disponible para quien quiera leer cualquier buen libro, sea o no apoyado por la industria editorial.

Desde el punto de vísta técnico, en la actualidad, es posible poner a disposición de cualquier persona –en cualquier parte del mundo- un libro escrito por cualquier autor. El espacio es internet y su creciente concepto de nube que es capaz de hospedar  hasta hora todos los libros que queramos.

Desde el punto de vista económico y ecológico también es buena noticia. Si bien es cierto que la nube digital contamina por la energía que los servidores consumen, no se compara con todo el consumo de material y energía que se requiere para poner un libro en las manos de los lectores.  El reto no es sólo de producción, hay consumo de energía y dinero en la distribución y exhibición de los mismos, lo cual no ocurre en el universo digital

El gran problema es que el consumidor interesado se entere de la existencia de estos libros y que además  cuente con elementos para poder valorar si el libro merece la pena ser comprado y leído. Esto no está del todo resuelto, aunque librerías digitales como Amazon y Google Books llevan mucho trecho avanzado en este sentido.

La lógica de esta nueva industria es diferente, pues no exige de producción masiva, si no de personas que estén dispuestas a sacrificar la comodidad del libro impreso por disponibilidad, omnipresencia y diversidad. También requiere de una cultura financiera diferente que se construya alrededor de los pagos electrónicos.

 Pero sobre todo requiere de una nueva forma de hacer mercadotecnia. En ningún caso como éste la recomendación social adquiere importancia fundamental. Un entorno ideal es que los lectores sean los que apoyen con sus comentarios y críticas el valor de los libros. No esperar a que sean los grandes críticos y los medios masivos los que  den a conocer. Para esto quizás se requiera tiempo.

Así que podemos parafrasear esa popular frase de la Francia medieval cuando un rey moría y por ese acto había un nuevo rey : “ La industria del libro ha muerto, viva la industria del libro”

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