Cuando leí a Steven Covey sobre el cuadrante del tiempo, me
impactó tanto que lo diseñé mi propia agenda para diferenciar lo urgente de lo
importante y lo que no es ni uno ni otro. (Para que los que no lo conozcan en
este sitio hay una explicación).
La práctica de esta clasificación de actividades ha
simplificado mi visión de las cosas. Casi siempre las clasifico por urgentes o
importantes y me enfoco fundamentalmente a las segundas.
Sé que cualquier consultor o experto en administración me
reprobaría, pero estoy muy influenciado por Lao Tse y su principio de la no acción:
“el sabio enseña sin palabras, obra sin acción, sin embargo nada queda sin
realizar”
Y en realidad así ocurre. No se trata de ser apático o de
actuar con desdén, sólo de no reaccionar a la presión de lo “urgente” que generalmente viene por una
falta de previsión (o interés) de alguien. Cuando se concentra uno en lo importante lo
urgente disminuye drásticamente en la vida cotidiana, pero esto es una ganancia
secundaria frente al gratificante beneficio de dedicarse a objetivos realmente
importantes, aquellos que si realizas harán un cambio trascendente en tu vida.
El punto es que hay que saber distinguir entre lo importante
y lo urgente y eso depende de cada quien, como se puede apreciar en este vídeo.
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