Prácticamente una hora después de publicado el post en donde comenté sobre la mala actuación de un miembro de Grupo Ogilvy México, en relación con el ejercicio de sus Relaciones Públicas, Manuel Juárez Director de Comunicación Corporativa de esta empresa y el propio Polo Garza el hasta ese momento futuro Chairman de la empresa me escribieron correos electrónicos para aclarar el malentendido que se dio con su colaboradora Teresa Muñoz.
Después de varios correos intercambiados, se logra el efecto que todo experto en Relaciones Públicas debe aspirar a alcanzar: ver un problema como un área de oportunidad, aprovechar el error para relacionarse con el afectado, cambiar la emoción de negativa a positiva, construir una nueva relación favorable para la marca y –en este caso en particular- lograr que escriba estas líneas que ahora estoy publicando.
El momento era el menos cómodo para Ogilvy pues estos ejecutivos estaban a minutos de empezar su evento, sin embargo valoraron la importancia de no comenzar con una mala nota antes de la toma de posesión, por lo que decidieron dedicarle su atención a resolverlo.
Este acontecimiento es digno de tomarse como lección para quienes quieren ejercer esta profesión y para todos aquellos que colaboran con público externo. Nunca es tarde para reaccionar, pero es mucho mejor evitar que el ejecutivo más importante de la empresa tenga que dedicar su tiempo a resolver un conflicto que debió ser solucionado en la “línea de batalla”
Si esto es una muestra de lo que puede lograr un nuevo ejecutivo en una empresa, los cambios que le esperan a Ogilvy en México apuntan a ser muy relevantes y acordes con las nuevas exigencias de la era en donde el público tiene acceso a medios de trasmisión de información con capacidades virulentas.
Después de varios correos intercambiados, se logra el efecto que todo experto en Relaciones Públicas debe aspirar a alcanzar: ver un problema como un área de oportunidad, aprovechar el error para relacionarse con el afectado, cambiar la emoción de negativa a positiva, construir una nueva relación favorable para la marca y –en este caso en particular- lograr que escriba estas líneas que ahora estoy publicando.
El momento era el menos cómodo para Ogilvy pues estos ejecutivos estaban a minutos de empezar su evento, sin embargo valoraron la importancia de no comenzar con una mala nota antes de la toma de posesión, por lo que decidieron dedicarle su atención a resolverlo.
Este acontecimiento es digno de tomarse como lección para quienes quieren ejercer esta profesión y para todos aquellos que colaboran con público externo. Nunca es tarde para reaccionar, pero es mucho mejor evitar que el ejecutivo más importante de la empresa tenga que dedicar su tiempo a resolver un conflicto que debió ser solucionado en la “línea de batalla”
Si esto es una muestra de lo que puede lograr un nuevo ejecutivo en una empresa, los cambios que le esperan a Ogilvy en México apuntan a ser muy relevantes y acordes con las nuevas exigencias de la era en donde el público tiene acceso a medios de trasmisión de información con capacidades virulentas.
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