Si bien las redes sociales son de gran atractivo para las empresas que no venden productos de consumo popular, debido fundamentalmente a que prácticamente la totalidad de su mercado está conectado con la red en alguna de sus modalidades, no ocurre lo mismo con los electores.
Aunque se hable de cifras millonarias, la realidad es que sólo el 21% de las viviendas en México tienen internet, lo que significa que la gran mayoría acude a un café internet o de plano no tiene acceso a internet. SI a esto le agregamos que entre un 37% a un 40% de los usuarios (según el estudio que se consulte) no tienen edad de votar, entonces vemos que el grupo de usuarios de internet que tiene posibilidades de participar en una elección es muy reducido.
Este grupo de ciudadanos conectados, aunque aparentemente es muy crítico e informado, no es homogéneo respecto a sus posiciones políticas.
Estas cifras frente al contundente 98% de penetración de la televisión, parecen no tener ninguna importancia, pero no es del todo concluyente.
Aunque un partido político -como ahora ocurre con el PRI- tenga las preferencias de la mayoría de la población y el apoyo claro y evidente de Televisa, hay algunos aspectos que podrían hacer interesante - para los jugadores no dominantes- el uso inteligente de la redes sociales, entendidas éstas en el más alto sentido de la palabra y no reduciéndolo sólo al uso de internet.
El primer aspecto es obvio: en una elección reñida cada uno de los votos cuenta y desde esa perspectiva los millones de votantes que suman los inquietos y mejor comunicados internautas no son para nada despreciables. Estamos viendo de hecho que los políticos los están tomando muy en cuenta por su fuerte influencia de contenido que imponen.
El segundo aspecto depende más de una visión creativa. Los partidos políticos deberían reconocer que las redes sociales no son piramidales, sino unas especies de racimos interconectados por diferentes razones y que esta conexión trasciende internet. EL mundo online y el offline no están separados. En realidad están interconectados de una manera impresionante. Por el lado digital una persona se conecta con otras por razones temáticas o emocionales, sin importar su zona geográfica, en el mundo real, la conexión es con las personas que le rodean. Si los partidos toman en cuenta este aspecto y convierten en ”influencers” offline a sus simpatizantes, el poder de difusión sería impresionante, instantáneo e incontrolable.
El tercer y último aspecto es determinante. Las decisiones de voto no son racionales, sino emocionales, estos influencers deberían contar con un mensaje único, claro, contundente y profundamente conectado con los sentimientos básicos de los individuos. Este mensaje además se encarna inevitablemente en una persona, no están separados. En las pasadas elecciones Felpe Calderón lo logró con su mensaje “López Obrador es un peligro para México”. Esperemos que en estas elecciones no se haga uso de mensajes negativos para convencer a la gente. Necesitamos una esperanza, una ilusión que nos haga a todos movernos por un proyecto constructivo para el país.
Aunque se hable de cifras millonarias, la realidad es que sólo el 21% de las viviendas en México tienen internet, lo que significa que la gran mayoría acude a un café internet o de plano no tiene acceso a internet. SI a esto le agregamos que entre un 37% a un 40% de los usuarios (según el estudio que se consulte) no tienen edad de votar, entonces vemos que el grupo de usuarios de internet que tiene posibilidades de participar en una elección es muy reducido.
Este grupo de ciudadanos conectados, aunque aparentemente es muy crítico e informado, no es homogéneo respecto a sus posiciones políticas.
Estas cifras frente al contundente 98% de penetración de la televisión, parecen no tener ninguna importancia, pero no es del todo concluyente.
Aunque un partido político -como ahora ocurre con el PRI- tenga las preferencias de la mayoría de la población y el apoyo claro y evidente de Televisa, hay algunos aspectos que podrían hacer interesante - para los jugadores no dominantes- el uso inteligente de la redes sociales, entendidas éstas en el más alto sentido de la palabra y no reduciéndolo sólo al uso de internet.
El primer aspecto es obvio: en una elección reñida cada uno de los votos cuenta y desde esa perspectiva los millones de votantes que suman los inquietos y mejor comunicados internautas no son para nada despreciables. Estamos viendo de hecho que los políticos los están tomando muy en cuenta por su fuerte influencia de contenido que imponen.
El segundo aspecto depende más de una visión creativa. Los partidos políticos deberían reconocer que las redes sociales no son piramidales, sino unas especies de racimos interconectados por diferentes razones y que esta conexión trasciende internet. EL mundo online y el offline no están separados. En realidad están interconectados de una manera impresionante. Por el lado digital una persona se conecta con otras por razones temáticas o emocionales, sin importar su zona geográfica, en el mundo real, la conexión es con las personas que le rodean. Si los partidos toman en cuenta este aspecto y convierten en ”influencers” offline a sus simpatizantes, el poder de difusión sería impresionante, instantáneo e incontrolable.
El tercer y último aspecto es determinante. Las decisiones de voto no son racionales, sino emocionales, estos influencers deberían contar con un mensaje único, claro, contundente y profundamente conectado con los sentimientos básicos de los individuos. Este mensaje además se encarna inevitablemente en una persona, no están separados. En las pasadas elecciones Felpe Calderón lo logró con su mensaje “López Obrador es un peligro para México”. Esperemos que en estas elecciones no se haga uso de mensajes negativos para convencer a la gente. Necesitamos una esperanza, una ilusión que nos haga a todos movernos por un proyecto constructivo para el país.
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