La ceguera intencional de nuestros perceptores

Desde antes de la era de la información y de la convergencia de redes, sabemos que el cerebro humano no es capaz de procesar mucha información y que se vale de algunos recursos que le permite extraer lo más relevante de acuerdo con sus propios intereses.

Estos mecanismos suelen distorsionar a menudo la realidad, ya que corrigen la información cuando esta es incompleta de acuerdo a su propio modo de ver la realidad, puede ser desde lo más inocente como cerrar una o mal escrita, hasta agregarle elementos subjetivos a una persona por su aspecto físico.
Este proceso de corrección de la realidad es inconsciente y sumamente importante cuando estamos diseñando mensajes pues deben ser considerados como emisores al menos para saber en dónde puede haber un desvío en la interpretación de lo que estamos diciendo.

Luis Martinez Otero, especialista de neurociencia nos recuerda dos “cegueras” del perceptor fundamentales:
“Existe la ceguera por falta de atención que pasa con la visión, pero es común a todas las modalidades sensoriales. Y sucede que, cuando pones el foco de atención en ciertas partes, el resto del mundo puede cambiar y tu no te enteras. Los magos nos llevan dos mil años de ventaja y son auténticos expertos en el empleo de este tipo de estrategias en sus trucos de magia. Gracias a ellos hemos descubierto que cuando dirigen la atención a un foco determinado fuera de él, pueden hacer lo que quieran porque el cerebro pasa. Cuando centramos nuestra atención en un punto, las células que representan esa zona aumentan su actividad y en las de alrededor ésta disminuye, así que un mismo estímulo que antes activaba esas áreas ahora pasa desapercibido”.

Posteriormente agrega el científico: “Existe otro tipo de ceguera que también es muy curiosa, la ceguera a la elección. Este fenómeno fue descubierto hace unos seis años por los investigadores Peter Johansson y Lars Hall que llevaron a cabo un experimento con diferentes elementos, como fotografías o mermeladas. En él se enseñaba dos fotografías o se daba a catar dos mermeladas a los participantes, pidiéndoles que escogieran una. Tras la elección, el investigador les daba el cambiazo y el participante debía justificar el porqué de su elección. Y, sorprendentemente, la gran mayoría daba todo tipo de explicaciones que sustentaban lo contrario de lo que en principio había elegido. Y es que tu mente se confabula e inventa argumentos a posteriori, justificando lo que haga falta”.

La gente ve sólo lo que le interesa y no está dispuesta a aceptar un error, enseñanzas clave en la comunicación y la mercadotecnia

Esto último por cierto, lo demuestra de manera muy clara este pasaje de Homero Simpson

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