El fútbol entre la pasión y la productividad de #MéxicoLider

Sin duda el Mundial de Fútbol es un acontecimiento que vale mucho la pena ver. No sólo es divertido y apasionante, sino aleccionador. Uno de las razones por las que en lo personal me gusta es que de algún modo refleja el carácter y personalidad de los países que están representados por los equipos participantes. Uno puede impresionarse por la contundencia de Alemania, la distracción de Australia, el crecimiento de Estados Unidos y la actitud de Ghana. Uno puede aprender mucho de la inteligencia de jugadores que tienen temperamento, frialdad en toma de decisiones y saben coordinar a la perfección la mente con el cuerpo. El trabajo en equipo, la coordinación el ritmo con loa que pronto se invisten los jugadores es una inspiración para quienes manejan o pertenecen a equipos de trabajo. Puede uno divertirse bastante y hasta dejarse llevar un poco por la publicidad y comer frituras, refrescos y cervezas. Hasta aquí me parece que es lo más normal que le ocurre a cualquier persona que sepa mantener el equilibrio de la vida y le dé la importancia adecuada al entretenimiento y a la convivencia social.

Pero la necesidad de la maquinaria de la mercadotecnia del mundial es enorme, su apetito insaciable y deberíamos evitar dejarnos llevar una ingenua pasión.

Lo escuché de pasadita. Ni siquiera recuerdo donde: pero hace dos semanas un locutor deportivo decía que el partido del fútbol entre Sudáfrica y México era tan importante que bien valía la pena faltar al trabajo, aunque él por supuesto no estaba fomentando el ausentismo. Él y toda la maquinaria de mercadotecnia deportiva quizás no fomentaron el ausentismo, pero si la falta de productividad. El partido del viernes pasado duró las dos horas reglamentarias, pero mucha gente no quería regresar, ni regresó a su trabajo. Esto no es sorpresa para nadie. Tenemos una inclinación por la fiesta en viernes que incluso hay empresas que no laboran los viernes por la tarde. Universidades del interior que no lo hacen durante todo ese día.

Lo que me llama la atención es que se esté institucionalizado a tal grado que incluso alguien se atreva a mencionarlo públicamente, como si el dejar de laborar en un día productivo fuera lo más natural del mundo. No es extraño que a los políticos no les importe el país, sólo el poder. Tampoco es extraño que los grandes corporativos no pongan frenos a sus actividades sociales, cuando su único regulador es su estado de pérdidas y ganancias. Lo que sí debería de extrañarnos es que como población sigamos haciendo el caldo gordo a las grandes firmas comerciales. Que sigamos aplaudiendo resultados pobres y cerrando el círculo de negocio a los dueños del fútbol profesional, que no necesitan esforzarse para hacer lograr sus metas financieras.

Necesitaríamos ser menos sentimentales y más objetivos. Responder con frialdad a la falta de desarrollo de un deporte que nos apasiona. El espectador si tiene algo que hacer para que el papel del equipo mexicano mejore, pero no es con la buena vibra, si no con acciones. Los patrocinadores exigen resultados. Si no los tienen de acuerdo a lo que les ofrecen, no estarán satisfechos. Pero por el contrario, decidimos discutir todo el viernes y parte del lunes del trabajo que “nos” costó empatar un partido.

Cuando el consumidor se de cuenta que con las nuevas herramientas de comunicación tiene realmente el poder en sus manos, que vivimos en la era de consumidor, que tiene la capacidad para decidir de el futuro de corporativos y nuevas empresas. Ese mismo consumidor, en su papel de productor de bienes y servicios, ya sea como empleado, empresario o estudiante, también puede hacer el cambio si sólo le dedica a su pasión las horas que dura cada partido. La realidad exige de su atención. El cambio si está en quien le gusta el fútbol.

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