Los límites de la mercadotencia y la vida alternativa

Al Oraculador, le pasó con la espuma de afeitar, lo que a mí con la televisión de cable y la política: tantas opciones disponibles, y me siento incapaz de elegir. Y es que entre más especializada es la mercadotecnia, más avanzado el CRM y hay más productos disponibles en el mercado, menos a gusto me siento. O quiero todos los productos o no deseo ninguno. No me gustan estas opciones que te obligan a ser en todo, lo que sólo eres en una parte de ti.

Desde el punto de vista de la mercadotecnia alternativa siempre pienso que estas son oportunidades para nuevos negocios. La gente que no encuentra opciones es candidata o una nueva categoría de productos, que entre más diferenciada y, por decirlo así, profunda en la pirámide de las modas sociales, resulta mucho más atractiva para las pequeñas empresas que tienen a su alcance un nicho de mercado totalmente inexplorado y sin interés para los grandes corporativos. En estos nichos se encuentra la semilla de futuras grandes empresas que empiezan con una opción descuidada, subterránea, casi ilegal o desprestigiada, para luego crecer cuando las tendencias mismas de la moda le favorecen, o cuando la experiencia del pequeño empresario se ha consolidado y empieza a retar a otros competidores en otros mercados.

No obstante lo anterior, es importante reconocer que no siempre la falta de alternativas para la gente son oportunidades de mercado. La necesidad de las empresas de clasificar a los usuarios por determinados perfiles para agruparlos y venderles productos, no es un camino que lleve necesariamente a la satisfacción de las necesidades de los individuos. Las personas podemos parecernos un poco a otros, pero no totalmente. Así que para desgracia de los mercadólogos, el ser humano es un mucho más complejo que tribus o nichos de mercado. No siempre la especialización es el camino para aquellos que quieran vender más, aunque sin duda hay que explorarla.

Por el otro lado, el de la persona, el del destinatario de la mercadotecnia, el del individuo, me siento feliz de no caer en el cajón de ninguna tribu o nicho de mercado, lo que me hace tener un sentimiento de libertad. (Aunque si fuera adolescente esto seguramente me haría muy infeliz). Si tengo que elegir una espuma de afeitar, no me importa si ésta es para tecnosexuales, homofóbicos, melancólicos o urbanosexuales. Cuando veo televisión le bajo el volumen a –casi- todos los anuncios. Y en cuanto a la política, dejé de votar, dejé de escribir en torno a ella y dejé de leer toda la basura que expelen. Y cuando tomé esta decisión me sentí feliz. La opción de no escuchar a la publicidad aunque viva de ella y no atender a ninguno de los discursos políticos, que eran mi entretenimiento, me hace sentir más libre y también me da perspectiva.

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