Visión antídoto contra narcisismo en publicidad

Si los publicistas y mercadólogos –aunque quisieran, lo cual dudo- no tienen capacidad para cambiar una moda que a todas luces resulta contraproducente para la sociedad, como es el narcisismo, entonces surge la pregunta obvia: ¿Quién tendría la responsabilidad y poder para cambiarla?

Cuando he comentado lo que escribí en post anterior, con algunas personas, su respuesta es más o menos la siguiente: “tienes razón, estos anuncios deberían prohibirse”. Es casi automático el deducir que sea el gobierno quien se encargue de limitar este tipo de distorsiones.

Pero para los que nos inclinamos por la autogestión madura y no por el poder autoritario, el gobierno no es la mejor respuesta, pues estaríamos hablando de censura.

La multicitada sociedad civil tampoco es una alternativa en este momento, nuestras instituciones aun son débiles, ya han mostrado una nula capacidad de respuesta a las presiones de la sociedad.

El único ente que tiene la capacidad para revertir esta moda es el empresariado, el cual por cierto es el causante original de este dolor de cabeza.

En países desarrollados han sido los empresarios quienes han participado con el éxito de sus propias empresas en crear un concepto de sus propios empleados y, por inferencia, del país al que pertenecen, que les hace sentirse orgullosos de sí mismos. ¿Quién pondría en duda el prestigio de eficientes que tienen los alemanes o la fama de desarrolladores de nuevas tecnologías que tienen los estadounidenses? Los embajadores de esta imagen de éxito han sido los mismos productos que sus empresas han creado y no precisamente el papel que han hecho sus gobiernos.

Los empresarios del país tienen la enorme oportunidad de cambiar la imagen que los habitantes tenemos de nosotros mismos, con jugosas ventajas para sus propias empresas. La metamorfosis de individuos narcisistas por sujetos preocupados por el bien del grupo al que pertenecen, no sólo les abriría la oportunidad de hacer crecer el pastel de la economía doméstica y de penetrar con mayores probabilidades de éxito en la economía global, si no que les colocaría en un papel de liderazgo que hasta la fecha nadie ha asumido de forma convincente.

La fórmula es sencilla, sólo tienen que dejar de aceptar campañas de publicidad que garanticen su retorno de inversión basados en la explotación de sentimientos individualistas engendrados en la inseguridad y el temor. Los empresarios tienen todo el poder económico y la autoridad para exigir campañas con el mismo o mejor retorno de inversión, pero que exploten sentimientos que hagan crecer a su sociedad.

Es sólo cuestión de creatividad y la ganancia a corto a largo plazo está asegurada.

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