Por generaciones les han dicho a los recién egresados de muchas carreras de la comunicación, las relaciones públicas y la mercadotecnia que olviden lo que han aprendido en sus escuelas porque la realidad es muy diferente.
En no pocas ocasiones esta aseveración coincide con la realidad, sobre todo cuando algunos de estos jóvenes tratan de aplicar dogmas ideológicos o esquemas inapropiados a realidades diferentes. Pero hay que tener mucho cuidado, porque no es totalmente cierta.
Hay principios que no cambian, porque son esencia de la profesión misma. Uno de ellos es común a las tres carreras: el manejo de la noticia: mientras el mercadólogo está obligado a crearla para favorecer a su cliente, el publirrelacionsita está obligado a facilitarla a sus “públicos” y el periodista está obligado a buscarla. Pero los tres están obligados a ser veraces.
Actualmente es muy notable una abierta y cínica tendencia a distorsionar la información. En cada caso uno de ellos miente y los otros suelen ser cómplices o víctimas, en un proceso caótico en el que todos saldremos perdiendo.
Un caso muy notable de esta distorsión es el del cierre del noticiero Monitor. Alguien está mintiendo, como lo dice muy claramente la periodista Katia D’ Artigues quien menciona las cifras de INRA que dan a conocer que este noticiero seguía siendo líder en captación de auditorio. Sin embargo si se escucha a Ruiz-Healy afirmar en su noticiero matutino, afirma exactamente lo contrario: Monitor perdió audiencia y por ello no obtuvo publicidad.
Pero si hay periodistas que mienten, también los hay mercadólogos, particularmente los políticos que presumen de se capaces de hacerte creer que un perro es un gato. Y ni que decir de los publirrelacionistas que están convencidos de que su papel es controlar a los medios y no facilitarles su labor informativa.
El problema de aceptar esta tendencia hacia la mentira en estas profesiones es que ésta tiene un enorme efecto boomerang para quien la practica. El desprestigio del periodista se acompaña ahora con el del publirrelacionista que manipula y del mercadólogo que cree que ganando rápido, gana realmente
En no pocas ocasiones esta aseveración coincide con la realidad, sobre todo cuando algunos de estos jóvenes tratan de aplicar dogmas ideológicos o esquemas inapropiados a realidades diferentes. Pero hay que tener mucho cuidado, porque no es totalmente cierta.
Hay principios que no cambian, porque son esencia de la profesión misma. Uno de ellos es común a las tres carreras: el manejo de la noticia: mientras el mercadólogo está obligado a crearla para favorecer a su cliente, el publirrelacionsita está obligado a facilitarla a sus “públicos” y el periodista está obligado a buscarla. Pero los tres están obligados a ser veraces.
Actualmente es muy notable una abierta y cínica tendencia a distorsionar la información. En cada caso uno de ellos miente y los otros suelen ser cómplices o víctimas, en un proceso caótico en el que todos saldremos perdiendo.
Un caso muy notable de esta distorsión es el del cierre del noticiero Monitor. Alguien está mintiendo, como lo dice muy claramente la periodista Katia D’ Artigues quien menciona las cifras de INRA que dan a conocer que este noticiero seguía siendo líder en captación de auditorio. Sin embargo si se escucha a Ruiz-Healy afirmar en su noticiero matutino, afirma exactamente lo contrario: Monitor perdió audiencia y por ello no obtuvo publicidad.
Pero si hay periodistas que mienten, también los hay mercadólogos, particularmente los políticos que presumen de se capaces de hacerte creer que un perro es un gato. Y ni que decir de los publirrelacionistas que están convencidos de que su papel es controlar a los medios y no facilitarles su labor informativa.
El problema de aceptar esta tendencia hacia la mentira en estas profesiones es que ésta tiene un enorme efecto boomerang para quien la practica. El desprestigio del periodista se acompaña ahora con el del publirrelacionista que manipula y del mercadólogo que cree que ganando rápido, gana realmente
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