A veces me veo tentado a reconocer que México no es un país generador de empresarios. Y no me refiero a las pobres políticas gubernamentales para incentivarles, ni al desinterés de la banca por apoyarles, si no a una razón más profunda pero delicadamente sutil, casi imperceptible.
Si uno camina por las calles en búsqueda de talento empresarial, es relativamente fácil encontrarse casos como éstos:
En el estanquillo de dulces y cigarros de la esquina, su propietario le responde a un cliente que recibe un billete viejo como cambio de su compra. “’Pus’ es el único que tengo, y si no le gusta, compre en otro lado”.
Si se sigue caminando, a unas cuadras se encontrará un taller automotriz cuyo cínico dueño le miente a un confundido cliente potencial: “No joven, además de la afinación para que su coche quede listo para la verificación, tenemos que cambiarle la ‘espiroqueta’ porque se enreda y también hay que limpiarle los chupones porque se llenan de humo y luego ‘pus’ no pasa en el ‘sistema’.”
Si se continúa nuestra ruta imaginaria y un poco decepcionado por estas frustrantes experiencias, uno podría buscar el refugio de un pequeño restaurante de comida mestiza para reconfortarse con uno de los platillos mexicanos que tanto éxito podrían tener en el mundo: unas enchiladas verdes. Lo triste de la historia es que el sabor no es tan delicioso como se lo imagino, indaga en el plato para saber porque no tiene el sabor que espera y se encuentra que el cocinero no puso ningún cuidado al preparar el platillo al dejar entre la carne pedazos de piel y vísceras que engruesan el contenido pero degradan el sabor.
Quizá podría uno pensar que estas escenas son propias de pequeños empresarios, que podrían no tener la capacitación y el conocimiento para manejar un negocio, pero que nuestros grandes y famosos empresarios podrían dar un buen ejemplo. Reanimado uno se decide a entrar a una tienda donde se pagan los servicios telefónicos y preguntarle a la señorita de informes en donde puede uno recibir orientación del modo en como se realizan los cargos en su recibo de servicios. El ambiente de lujo, la música de fondo y la atmósfera de nueva tecnología abre una puerta de esperanza para encontrar talento empresarial, pero la amable respuesta de la señorita es igual de decepcionante:
-“Descuelgue uno de los teléfonos que están al fondo y ahí le aclararán cualquier duda”
- “Pero señorita, yo vine a sus oficinas porque quiero una atención personal, me cuesta un poco de trabajo explicar mis dudas por teléfono, por eso no lo hice desde mi casa.
-“Disculpe señor, pero la única forma de atenderle es por teléfono, vaya ahí y le explicarán cualquier duda”
Decidido a no hacerlo porque ya conoce la experiencia, prefiere cruzar la calle y entrar a una tienda de “pagos chiquitos”, ahí al menos parecen entender las necesidades de una población con ingresos paupérrimos…pero al hacer la cuenta de lo que le significa el pago total de su compra, sufre tal susto que preferirá irse a su casa para olvidar sus penas con el entretenimiento que ofrece la empresa de televisión en español más grande en el mundo. El abuso del modelo publicitario y la calidad de contenido le hartarán en unas decenas de minutos.
No se puede soñar despierto en un mundo así, entre grandes empresarios protegidos por monopolios maquillados y microempresarios que no ven más allá de la utilidad inmediata de cada operación. Pero mañana podría renacer la esperanza. Seguramente tenemos una cualidad empresarial que podemos rescatar.
Si uno camina por las calles en búsqueda de talento empresarial, es relativamente fácil encontrarse casos como éstos:
En el estanquillo de dulces y cigarros de la esquina, su propietario le responde a un cliente que recibe un billete viejo como cambio de su compra. “’Pus’ es el único que tengo, y si no le gusta, compre en otro lado”.
Si se sigue caminando, a unas cuadras se encontrará un taller automotriz cuyo cínico dueño le miente a un confundido cliente potencial: “No joven, además de la afinación para que su coche quede listo para la verificación, tenemos que cambiarle la ‘espiroqueta’ porque se enreda y también hay que limpiarle los chupones porque se llenan de humo y luego ‘pus’ no pasa en el ‘sistema’.”
Si se continúa nuestra ruta imaginaria y un poco decepcionado por estas frustrantes experiencias, uno podría buscar el refugio de un pequeño restaurante de comida mestiza para reconfortarse con uno de los platillos mexicanos que tanto éxito podrían tener en el mundo: unas enchiladas verdes. Lo triste de la historia es que el sabor no es tan delicioso como se lo imagino, indaga en el plato para saber porque no tiene el sabor que espera y se encuentra que el cocinero no puso ningún cuidado al preparar el platillo al dejar entre la carne pedazos de piel y vísceras que engruesan el contenido pero degradan el sabor.
Quizá podría uno pensar que estas escenas son propias de pequeños empresarios, que podrían no tener la capacitación y el conocimiento para manejar un negocio, pero que nuestros grandes y famosos empresarios podrían dar un buen ejemplo. Reanimado uno se decide a entrar a una tienda donde se pagan los servicios telefónicos y preguntarle a la señorita de informes en donde puede uno recibir orientación del modo en como se realizan los cargos en su recibo de servicios. El ambiente de lujo, la música de fondo y la atmósfera de nueva tecnología abre una puerta de esperanza para encontrar talento empresarial, pero la amable respuesta de la señorita es igual de decepcionante:
-“Descuelgue uno de los teléfonos que están al fondo y ahí le aclararán cualquier duda”
- “Pero señorita, yo vine a sus oficinas porque quiero una atención personal, me cuesta un poco de trabajo explicar mis dudas por teléfono, por eso no lo hice desde mi casa.
-“Disculpe señor, pero la única forma de atenderle es por teléfono, vaya ahí y le explicarán cualquier duda”
Decidido a no hacerlo porque ya conoce la experiencia, prefiere cruzar la calle y entrar a una tienda de “pagos chiquitos”, ahí al menos parecen entender las necesidades de una población con ingresos paupérrimos…pero al hacer la cuenta de lo que le significa el pago total de su compra, sufre tal susto que preferirá irse a su casa para olvidar sus penas con el entretenimiento que ofrece la empresa de televisión en español más grande en el mundo. El abuso del modelo publicitario y la calidad de contenido le hartarán en unas decenas de minutos.
No se puede soñar despierto en un mundo así, entre grandes empresarios protegidos por monopolios maquillados y microempresarios que no ven más allá de la utilidad inmediata de cada operación. Pero mañana podría renacer la esperanza. Seguramente tenemos una cualidad empresarial que podemos rescatar.
Comentarios
Muy interesante lo que comentas. En México hacen falta mas emprendedores.
Este artículo lo empece a escribir ocn la idea de promover el espíritu empresarial, pero me ganó el pesimismo. Aun le estoy dando vueltas al tema para continuar con un efoque más propositivo...quizá es el calentamietno global o el ambiente de semana santa, pero me estoy tardando en encontrarlo
Saludos
Gustavo Guerrero
Muchas gracias por tu comentarios. Dicen que el optimista es aquel que aun no ha entendido la realidad, pero la verdad es todos tenemos nuestras etapas y me siento más agusto en la fase optimista, aunque muchos digan que que sean utopías.
Saludos y por supuesto que no acepto el calificativo de pequeño, todos mis amigos son grandes y me siento honrado por tus palabras.