Foto de El Universal
Si el intento por bajar el presupuesto de las universidades públicas hubiera ocurrido siete años atrás muy probablemente habría encontrado el apoyo de una gran parte de la población. La “mentirilla” del ilustre diputado Padilla Orozco habría pasado desapercibida y ante la visión educativa del equipo de Calderón el futuro de una universidad centenaria como la UNAM estaría en riesgo. Esto sería así porque entre abril de 1999 y febrero del 2000 la UNAM sufrió uno de sus más grandes conflictos de los últimos tiempos promovido por Consejo General de Huelga que se oponía a un aumento de las colegiaturas propuesta en una iniciativa reglamentaria publicada meses atrás por el rector Barnés.
Como ahora ocurre con el país, en esos tiempos la opinión pública estaba divida. Unos grupos apoyaban a los huelguistas y otros a la institución. En ese escenario Juan Ramón de la Fuente tomó las riendas de la UNAM y el 6 febrero del 2000 terminó con la huelga con una medida totalmente antipopulista: la intervención de agentes de la Policía Federal Preventiva. En esos momentos la universidad nacional estaba prácticamente en ruinas, la moral de la comunidad en el piso, los estudiantes y profesores confrontados y molestos entre sí, hasta los jardines estaban totalmente destrozados.
El contraste es notorio. El día de ayer, a unos meses del fin de su ciclo de ocho años en la Rectoría de la UNAM, de la Fuente se presenta en la Cámara de Diputados a defender su presupuesto con un notable apoyo de la opinión pública, de los medios de información y de todos los partidos políticos. ¿Qué fue lo que hizo este hombre para lograr revertir la imagen de esta institución en unos cuantos años? ¿Cómo hizo para convertir a la destrozada universidad que recibió en una de las 100 mejores del mundo?
Los universitarios podrán explicar mejor este cambio. Sin embargo hay una razón que, probablemente no sea la única, pero que indudablemente formaría parte de esta explicación: de la Fuente se dedicó a promover el orgullo universitario. Hace varias semanas tuve la oportunidad de ver un vídeo en donde el rector inauguraba un centro de educación a distancia. A los funcionarios responsables del centro les hizo dos requerimientos: convertirse en los líderes de la educación a distancia no sólo para que este sistema se promueva dentro de la UNAM, si no para que se comparta su experiencia con otras instituciones educativas. El otro requerimiento fue aun más ambicioso, que le ayudaran a lograr su visión de convertir a cada alumno de esa institución en un caso de éxito.
La temática del discurso, la comunicación corporal que expresaba y las palabras que empleaba contagiaba a la gente que estaba a su alrededor. Es probable que dichos funcionarios no logren esos ambiciosos objetivos, pero no tengo la menor duda de que se sintieron muy comprometidos y motivados para lograrlos.
Seguramente Ramón de la Fuente ha cometido más de un error en su administración de la UNAM, pero es tiempo de que empecemos a destacar que sí existen en el país personas que logran cambiar la imagen de una institución con un buen liderazgo. Ejemplo que podrían tomar muchos responsables de instituciones y empresas, pues esta comunidad esta formada con mexicanos y financiada con relativamente pocos recursos. Exactamente los mismos ingredientes que tienen la mayor parte de los centros productivos del país.
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