Lo he vivido por muchos años, pero aún no deja de extrañarme que algunos emprendedores dueños de pequeñas empresas no hagan coincidir la mercadotecnia de su negocio con su imagen personal.
La comparación tiene muchas facetas, pero hay una que por básica me deja frío: el empresario que se niega a imprimir sus lonas en un material de mejor calidad, que se resiste a pagar por fotografías de alta resolución para su papelería, que prefiere que sea algún miembro de su familia y no un especialista que diseñe su logotipo y sitio web, es el mismo empresario que, en una sola tarde, derrocha mucho más de lo que se quiso ahorrar, en una generosa invitación a comer en un lujoso restaurante.
No quiero decir que las comidas de negocio sean un derroche. Por el contrario, una invitación a comer a la persona adecuada, en el momento y lugar adecuado, puede ser el broche necesario para cerrar un buen negocio. Pero sí lo son cuando no se arma el escenario de mercadotecnia completo.
Si la invitación a comer no va acompañada con mercadotecnia de la misma calidad que la del restaurante, es decir de lujo, entonces el mensaje que se está enviando es contradictorio y peligrosamente dañino para el negocio pues el debilitamiento de la imagen de la empresa puede desembocar en una desencanto difícil de borrar.
Es natural que los empresarios deseen impactar a sus clientes, pero este deseo los obliga a rodearlos con mensajes consistentes del mismo nivel de calida; lo que significa hacer un esfuerzo de inversión en mercadotecnia. Si esto no es posible, lo recomendable es invertir en mercadotecnia y dejar algunas comidas para momentos en los que se esté realmente seguro de que se cerrará un buen negocio.
La comparación tiene muchas facetas, pero hay una que por básica me deja frío: el empresario que se niega a imprimir sus lonas en un material de mejor calidad, que se resiste a pagar por fotografías de alta resolución para su papelería, que prefiere que sea algún miembro de su familia y no un especialista que diseñe su logotipo y sitio web, es el mismo empresario que, en una sola tarde, derrocha mucho más de lo que se quiso ahorrar, en una generosa invitación a comer en un lujoso restaurante.
No quiero decir que las comidas de negocio sean un derroche. Por el contrario, una invitación a comer a la persona adecuada, en el momento y lugar adecuado, puede ser el broche necesario para cerrar un buen negocio. Pero sí lo son cuando no se arma el escenario de mercadotecnia completo.
Si la invitación a comer no va acompañada con mercadotecnia de la misma calidad que la del restaurante, es decir de lujo, entonces el mensaje que se está enviando es contradictorio y peligrosamente dañino para el negocio pues el debilitamiento de la imagen de la empresa puede desembocar en una desencanto difícil de borrar.
Es natural que los empresarios deseen impactar a sus clientes, pero este deseo los obliga a rodearlos con mensajes consistentes del mismo nivel de calida; lo que significa hacer un esfuerzo de inversión en mercadotecnia. Si esto no es posible, lo recomendable es invertir en mercadotecnia y dejar algunas comidas para momentos en los que se esté realmente seguro de que se cerrará un buen negocio.
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