Días después del acalorado duelo en donde los “azules” obtuvieron la victoria con una mínima diferencia, las autoridades estudian el mal comportamiento de uno de los miembros de su equipo que, en caso de comprobarse, la sanción podría significarle un castigo de 3 puntos y con ello convertirse en los perdedores.
No. No se trata de las elecciones en México, si no de las razones por las que el futbolista francés Zinedine Zidane golpeó al italiano Marco Materazzi en la final del Mundial el pasado domingo. Ocurre que si los insultos de Materazzi fueron racistas, la sanción podría significarles la pérdida del título de campeones, un caso insólito si ocurre.
Sin embargo las coincidencias entre el mundial y las elecciones son tan obvias que no pueden pasarse de lado y no son nada irrelevantes desde el punto de vista social y del liderazgo.
El caso del racismo en el fútbol, fenómeno creciente que la FIFA está dispuesta a eliminar es un hecho que no podemos ignorar. Si dejamos que el racismo inicie en el fútbol, irremediablemente contagiará otros espacios públicos como la calle, los restaurantes, los bares y los cines. Esta conducta crecería e invadiría nuevamente espacios importantes como el trabajo, el hogar y los gobiernos. Es alentador que los autoridades de la FIFA, no obstante sus intereses comerciales, sean tan exigentes y claros para evitar que la intolerancia crezca
En el caso de las elecciones. La credibilidad en las instituciones está en juego. Los líderes de un bando y otro han llevado al límite la credibilidad en las instituciones y han convertido la realidad en un espectáculo tipo “reality show”. Si a pesar de sus intereses personales las autoridades no adoptan el papel de jueces que la sociedad les exige, la intolerancia también nos desbordará
Hemos llegado a los tiempos en donde los espectáculos y los sucesos de la vida real se entremezclan propiciando escenarios similares. Ya no es significativo que los medios hayan convertido la realidad en espectáculo y que los espectáculos nos hagan creer que ésa es la realidad. Hoy lo importante es evitar que los fenómenos que se engendran en estos eventos, por fantásticos que parezcan, no se conviertan en pesadillas de la vida real.
No. No se trata de las elecciones en México, si no de las razones por las que el futbolista francés Zinedine Zidane golpeó al italiano Marco Materazzi en la final del Mundial el pasado domingo. Ocurre que si los insultos de Materazzi fueron racistas, la sanción podría significarles la pérdida del título de campeones, un caso insólito si ocurre.
Sin embargo las coincidencias entre el mundial y las elecciones son tan obvias que no pueden pasarse de lado y no son nada irrelevantes desde el punto de vista social y del liderazgo.
El caso del racismo en el fútbol, fenómeno creciente que la FIFA está dispuesta a eliminar es un hecho que no podemos ignorar. Si dejamos que el racismo inicie en el fútbol, irremediablemente contagiará otros espacios públicos como la calle, los restaurantes, los bares y los cines. Esta conducta crecería e invadiría nuevamente espacios importantes como el trabajo, el hogar y los gobiernos. Es alentador que los autoridades de la FIFA, no obstante sus intereses comerciales, sean tan exigentes y claros para evitar que la intolerancia crezca
En el caso de las elecciones. La credibilidad en las instituciones está en juego. Los líderes de un bando y otro han llevado al límite la credibilidad en las instituciones y han convertido la realidad en un espectáculo tipo “reality show”. Si a pesar de sus intereses personales las autoridades no adoptan el papel de jueces que la sociedad les exige, la intolerancia también nos desbordará
Hemos llegado a los tiempos en donde los espectáculos y los sucesos de la vida real se entremezclan propiciando escenarios similares. Ya no es significativo que los medios hayan convertido la realidad en espectáculo y que los espectáculos nos hagan creer que ésa es la realidad. Hoy lo importante es evitar que los fenómenos que se engendran en estos eventos, por fantásticos que parezcan, no se conviertan en pesadillas de la vida real.
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