¿Podríamos poner a la venta nuestra atención?

A veces uno persigue anhelos utópicos. Es decir, que no tienen lugar ni en el tiempo ni en el espacio. Durante años quise desarrollar una habilidad que me dijeron tenía un importante ejecutivo de una de las más grandes empresas de México: escuchar varias conversaciones a la vez. Debido a que tuve la oportunidad de convivir socialmente con él, varias veces puse a prueba su extraordinaria habilidad y, en efecto, parecía estar en todo. Tanto en las conversaciones que entablaba, como en las que se desarrollaban a su lado.

Yo lo intentaba una y otra vez, y siempre perdía el curso de una de ellas. Esto me molestaba realmente pues siempre he creído que si alguien puede, todos podemos, a menos que ese alguien sea extraterrestre. Y este persona empezaba a serlo ante mis ojos. Mi frustración me llevó a tal extremo que el lograr desarrollar esta habilidad se convirtió en una obsesión. Practiqué meditación, estudié cuanto libro se me ponía enfrente sobre desarrollo de la atención y observaba con detenimiento.

Estas actividades me llevaron a una conclusión que no esperaba: no se trataba de una habilidad de atender dos o más conversaciones simultáneamente, sino la capacidad de cambiar de una a otra, sin que los interlocutores se percataran. Volví entonces al sujeto de mi frustración y lo puse a prueba de nuevo. Cuando creía que esta persona estaba atendiendo otra conversación, yo decía dos o tres cosas ilógicas pero sin variar el tono de mi discurso y...funcionó, no se daba cuenta de que lo que había dicho no tenía sentido. Este habilidoso hombre de negocios había desarrollado una extraordinaria capacidad de fingir que te estaba poniendo atención, sin realmente hacerlo y realizaba su acto de tal forma que sus diálogos eran sumamente inteligentes.

Hoy, los investigadores han demostrado la poca eficacia del cerebro humano para realizar multitareas, y que éstas más bien consisten en habilidades para cambiar el foco de atención con rapidez, desechando información sin valor. A fin de cuentas nuestra percepción es una compleja red de mecanismos que está al servicio de nuestros deseos o de nuestros temores. Percibimos lo que queremos y esto nos pone a salvo de la invasión informativa que satura nuestro entorno.

Esta habilidad de ser humano de percibir sólo lo que le interesa, constituye el reto más importante para mercadólogos y comunicadores y su éxito no es fácil de medir. Cuando un anuncio utiliza elementos “persuasivos” para atraer la atención, como una chica con poca ropa para vender refacciones automotrices, podrá ser un anuncio muy exitoso desde el punto de vista de la atención, pero no necesariamente exitoso desde el punto de vista de su retorno de inversión.

El máximo logro es cuando se logra armonizar el interés del destinatario con las características de lo que se ofrece, pero esto requiere no sólo de un esfuerzo inteligente para crear mensajes acertados, si no de todo un trabajo de mercadotecnia para llevar el mensaje a la persona adecuada en el momento justo. Coincido con Influx Insights de que la atención no se puede vender. Si alguien se compromete a vender su atención, estaría mintiendo, aunque no fuera de manera intencional, pues lo más probable es que estaría poniendo la vista en el mensaje, pero su cerebro estaría dedicando su atención a cualquier otra cosa que realmente le interesara.

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