México la ciudad cósmica



Van a cumplirse 100 años de que José Vasconcelos tuvo la visión de un mundo global originado en México, al entender que hay razones geológicas, culturales e históricas para considerar a este lugar como la cuna de la quinta raza o la raza cósmica.

La realidad ha concretado esa visión, empieza con el mismo  territorio mexicano que es una mezcla de placas tectónicas de diferentes edades y continentes. 

Gigantescos volúmenes de piedras migrantes que se unen entres sí tensionadas por ir en direcciones diferentes, se han convertido en el crisol para fundir diferentes razas de humanos migrantes, desde los muy antiguos como los mexicas provenientes de Aztlán hasta los recientes asiáticos que crean sus colonias y cuelgan letreros en su idioma por las calles. Entre esos dos  grupos de inmigrantes han llegado a México para mezclarse  legiones de españoles, africanos, franceses, norteamericanos, árabes e incontables individuos procedentes de los más diferentes pueblos. Sin contar a los de casa, que deambulan por nuestras calles provenientes de diferentes puntos del continente.

El centro de ese crisol es, sin duda, la ciudad de México, sitio que en su propio nombre trae la huella del mestizaje: bautizado por los inmigrantes de Aztlán como Meshico, (el ombligo del conejo, en donde el águila devoraba al sol), fue imposible para los españoles mencionarlo correctamente  y cambiaron la “sh” por “j”, para denominarlo como Méjico,  hasta que años más tarde algunos nostálgicos en un acto de rebeldía cambiaron la “j” por “x” para terminar llamando México y por consecuencia mexicanos, una irónico nombre que nos niega a nosotros mismos: “mexica- no” pero que los emigrantes mexicanos en Estados Unidos han encontrado otra ironía que la reinvidica: Mex “I can”

Es por eso que la propuesta que hace Luis A. Jaime sobre la necesidad de reubicar la capital a otra ciudad es importante, bien documentada, pero prejuiciosa.

El autor de una nota que causó revuelo en las redes sociales habla de reconsiderar el financiamiento a una ciudad decadente y luego lista una serie de razones por las que ya no se debería invertir en una ciudad que está en ruinas y es un desastre ecológico, económico y político.

Es inevitable estar de acuerdo con sus argumentos, pero su reflexión es racional y un sitio como la ciudad de México no puede evaluarse sólo con razones, hay también sinrazones que se disparan desde una herencia milenaria que no podremos abandonar como simples ruinas, hasta una vasta experiencia surrealista que se reproduce por generaciones, sin importar que sea una colonia española o norteamericana, que tenga aires ilusorios franceses o pestilencia de violencia.

Los antiguos, cuyos genes se entretejen en nuestros cuerpos, se asentaron aquí hace casi 700 años porque consideraron el sitio un lugar sagrado, un sitio que encontraron después de caminar miles de kilómetros, desde un indefinido sito. La historia de la elección del sitio no puede ser más cautivadora: el cambio de estaciones del año se expresa de un modo interesante en el nacimiento del sol, deambulando entre la cresta del cerro que humea y el vientre de la mujer dormida, justo en dos cambios estacionales, este vídeo lo explica:

Pero hay mucho más que valorar, el origen de una lengua que se niega a morir, el reposo de la universidad más antigua de Latinoamérica, la casa de innumerables escritores, expresiones culturales, arquitectónicas y científicas que son imposibles de relatar en unas líneas. 
En sus calles nos tropezamos con los descendientes de la raza fundadora, que han logrado hacer sobrevivir su cultura con los tamales, atoles, tlacoyos y pozoles, entre otras muchas cosas que venden a la usanza antigua.

Todos somos mestizos, inclusos los de sangre extranjera que se enamoran del chile y se acostumbran al  magnético desorden urbano y que terminan disfrutando del tequila y mezcal más que los propios nativos. Es aquí el sitio idóneo para que emerja la utopía de Vasconcelos, quizá nos falte tiempo para ser una raza cósmica, pero el sitio, sin duda es un lugar cósmico.

Somos la cede de un modo diferente de globalización, una que no planea agotar los recursos naturales, crear una división internacional de trabajo y que requiere de guerras para que los grandes corporativos sigan presumiendo de contratar empleados de todo el mundo.

Y estas son, por lo tanto, algunas de las razones por las que México es una ciudad cósmica son:

- Todos somos inmigrantes, hasta las placas tectónicas. Nuestro suelo nunca estará quieto, vibra, palpita, respira en el volcán activo que nos acompaña, para recordarnos que nada es permanente, sólo el hoy cuenta
- Sólo se puede entender el concepto del ombligo del conejo o de la luna desde una perspectiva espacial o cósmica
- El propio significado de cósmico, orto o amanecer, en este sitio tiene muchos significados tanto ancestral como espiritual, histórico y cultural 
- Nuestra debilidad es también nuestra mayor fortaleza. Desde Malinche y la diplomacia de Moctezuma abrimos las puertas a los extranjeros, no tenemos castillos, ni fortalezas, porque intuimos que tenemos la capacidad de asimilar todo, como la historia lo ha demostrado
- Por nuestra propia genética, imposible de depurar, que nos lleva a una universalidad de calidad cósmica, como Vasconcelos la avizoró
- Por la capacidad de sobrevivir a cualquier catástrofe. ¿Recuerdan el comercial de la nave que exploraba la tierra después del holocausto mundial? Una persona se acercó y preguntó a los tripulantes si les limpiaba el parabrisas, por supuesto esa persona era un chilango. 
- A pesar de 700 años de antigüedad aún seguimos en búsqueda de nuestra identidad, siempre les preguntamos a los demás como nos ven, lo que nos da el potencial de ser lo que queramos ser. 
- Porque somos el caso vivo de la dualidad cósmica, contradictorios hasta en nuestras propias negaciones. Las quesadillas sin queso, los refrescos no son sodas, una semana está compuesta de 8 días, en un calendario de 7, cualquiera puede ser güerito, sin importar el color de piel. Nuestra dualidad, nuestro nahual nos hace cósmicos, porque no hay vida sin muerte, ni luz sin oscuridad  
- Porque, como decían en mi alma mater adoptiva (la UAM) si Franz Kafka hubiera sido mexicano su obra no habría sido universal, sino costumbrista o, aún mejor, habría universalizado nuestras costumbres. 
- Nuestra alma es una fiesta, cuando hablamos cantamos y cuando comemos sufrimos
- Hay razón en lo que se rumora  dijo Diego Rivera: los mexicanos somos unos burros, en todos sus atributos físicos, de personalidad y espirituales. 
- Nosotros mismos no sabemos si hablamos en serio, en albur o con ingenuidad pura, por lo que nos terminamos riendo de cualquier cosa
- Todos los que se consideran mexicanos lo son. Como dijo alguna vez Chavela Vargas, que nació en Costa Rica pero en sus venas fluía la mexicanidad, “¡los mexicanos nacemos donde se nos da la rechingada gana!
- Porque, por cierto,  tenemos un verbo cósmico “Chingar” que utilizamos para casi todo y cuyo origen es también mestizo (africano, gitano, español y nahuatl). ¡Cómo  chingaos no!

La antigua ciudad es como una amante, míticamente hermosa, pero profundamente peligrosa. No es un ser que se le deba tomar a la ligera, de quien podamos solo gozar de ella sin entregar nada a cambio. Y sin embargo lo hacemos.

De otro modo no se puede explicar nuestra negación a reconocer que los sismos no son una posibilidad, sino una realidad que depende del tiempo y no de nosotros. No se trata de saber si llegará un sismo destructivo, sino cuándo será. Aun si no llegara a ocurrir en nuestras vidas, ¿porque pensamos que tenemos un patrimonio que puede destruirse en cualquier momento?

Pero esta locura nos induce a dejarnos embelesar con los cánticos de la mafia de la construcción que dan prioridad a una estética temporal sin ofrecer ninguna garantía para la conservación de nuestro patrimonio, ni en cimientos, materiales de construcción, precios, vaya ni siquiera protección financiera. En el fondo lo sabemos, pero si podemos firmamos apresurados los créditos hipotecarios, las rentas irracionales, aunque el alma se nos cuelgue de un hilo cada vez que creamos oír sonar la alarma sísmica.

Al final de cuentas no se trata de reconstruir lo que se derrumbó. De volver a poner ladrillos sobre ladrillos, columnas de varilla y concreto, de reproducir lo que fallo. Lo que México y sus amantes necesitamos es volver a lo básico, no permitir construcciones altas, ni que los autos controlen la ciudad, ni mega centros comerciales que siguen intentando borrar nuestra identidad, tampoco de que nos civilicen demasiado, no al menos con culturas que nos intenten dominar.

Debemos comprender que todos somos extranjeros aquí, ni siquiera los que venían de Aztlán pueden considerarse originarios, aunque si los más antiguos. Y bajo ese derecho de que este lugar sagrado no le pertenece a nadie, debemos impedir que karma de Moctezuma se vuelva a repetir.

Dejemos de ser ingenuos una vez más, hay muchos Hernán Cortés que vienen con promesas de una salvación que no buscamos, pero que en el fondo lo único que les interesa es extraer la riqueza de aquí. Ocurrió una vez hace casi 500 años y hemos dejado que la historia se repita como una tartamudez de estupefacción, la modalidad actual la promesa de castillos de cristal en el que el microcosmos  no es tomado en serio.

Rescatemos a México, permitamos que el agua retorne a su cauce, que se reconstruya su historia, que se vuelva a definir su identidad sin la ambición desbocada de los constructores, los centros comerciales y cualquier pretexto de modernización que daña la ecología y nuestra identidad.

Las ciudades más hermosas son las que cuidan y respetan su historia, no las que son devoradas por un falso concepto de modernización. Ya se probó y ha fallado, dejémosla en paz, reconstruyamos al “ombligo de la luna”… aunque esto signifique emigrar.



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