La diferencia fundamental entre reputación y publicidad

Aunque me duela reconocerlo vivimos en un mundo dopado por la publicidad. Nos ha invadido de tal modo que damos por cierto no sólo lo que  repite hasta el cansancio, si no que hasta creemos que se hace ciencia con ese modelo de repetición.

Me refiero a la ciencia verdadera, la que busca principios y leyes generales basados en el conocimiento y la exploración, no a la mal llamada “ciencia” de la eficiencia, que lo que busca es lograr un resultado, a esa no le deberíamos decir ciencia, sino  método o técnica,  pero el lenguaje es de todos y a los logros de la publicidad se le llama ciencia por sus métodos efectivos, confundiéndonos a todos.

Una de esas confusiones es la de considerar que mediante la publicidad es tan útil a la sociedad que incluso se puede construir la reputación. El principio sobre el que sustenta esta idea es el mismo que en todos los casos: si lo repites mil veces la gente lo creerá, es decir sí afirmas que una marca tiene buena reputación la gene lo dará por cierto.  Pero esto no es del todo exacto, aunque desde el punto de vista del resultado es lo suficientemente eficiente para detenerse a pensar más en el asunto.

 Sin embargo para que un empresario Pyme pueda competir en las mentes de los consumidores saturadas por  las marcas dominantes  vale la pena revisar los orígenes de cada concepto.

La reputación es, en otras palabras una opinión. Es decir es el resultado de un proceso de pensamiento de alguien, ya sea por una experiencia vivida o por una información recibida. La reputación por lo tanto es propiedad de los usuarios y  se la otorga a una marca con base en la experiencia que se tenga con ella, del mismo modo  que en la sociedad otorgamos autoridad o valor al dinero.

La definición de la publicidad es todavía más modesta. Su significado es hacer pública una información. Solamente eso, divulgar un valor para atraer clientes.

Esto quiere decir que un artículo de opinión, un publirreportaje, un advertorial , un caso de éxito o un White Paper no crean la reputación de una marca. Es sólo materia prima para inseminar en la mente de los consumidores o público la idea de reputación de una marca.

El lado vulnerable del consumidor es que su percepción es  estructural, es decir percibe la realidad mediante polos opuestos que le permiten clasificar la inmensa cantidad de información  disponible de un modo útil que las separe del caos: bueno malo, alto bajo, lejano cercano, barato caro, poderoso débil. Estos polos crean esquemas de percepción que son como cajones en donde metemos la realidad para facilitar su entendimiento.

Hace décadas que los publicistas descubrieron esto y se adelantaron a crear estos cajones de percepción., la podemos definir como confianza en la marca. Por ejemplo, nadie es experto en cualidades para pasta de dientes o jabones para diferentes tipos de tela; pero si una marca lo clasifica en su  etiqueta y conocemos la marca por años, nuestros padres y familiares la usan, entonces creemos que es confiable y decidimos aceptar lo que la marca propone.  Es decir, la raíz de esta inoculación de reputación se encuentra en la ignorancia del consumidor.

Pero no todos los consumidores son ignorantes y menos en esta época en donde la información está disponible para cualquiera.   En la vida real hay consumidores expertos que trascienden las propuestas de las marcas y exigen valor real del producto o servicio de modo que estos satisfagan  sus exigencias. Esos consumidores buscan calidad de forma genuina y si los encontramos  son una gran oportunidad para las pequeñas y medianas empresas que estén dispuestas a ofrecer productos que satisfagan estas exigencias.

Para este tipo de negocios el valor de la reputación depende de la decisión del consumidor y no de la inoculación de formas de pensar. Empresas inteligentes para consumidores inteligentes.

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