Reportemos a la verdad como desaparecida

Foto: MIH83

Pensaba que había muerto, pero en realidad no puede morir algo que no ha nacido, la “verdad” se ha gestado por milenios en la historia de la humanidad, pero nuestra ignorancia es tan grande que no hemos encontrado verdades definitivas y mucho menos absolutas.

Aunque sí ha habido verdades parciales, pero éstas son las que están desapareciendo.

Cuando el PREP del Estado de México publicó los resultados de las últimas elecciones, su actitud me recordó la “verdad histórica” que arguyó el gobierno federal con los estudiantes desaparecidos en Iguala, también lo asocié con las “verdades alternativas” de Donald Trump, quien a su vez se queja de las noticias falsas de los medios masivos de comunicación. En el afán por defenderse, ha sacado a la luz que los grandes medios de noticias en el mundo fabrican la verdad, como lo hicieron los historiadores norteamericanos con la Segunda Guerra Mundial. Lo peor de todo es que hay indicios de que estas sospechas sean ciertas.


La moda ahora es matar la verdad para beneficiar los intereses de grupos de individuos, de modo que entre más poderosos sean estos grupos, más les favorecerán las versiones de verdades fabricadas.

Cuando la convicción de la verdad se debilita, la incertidumbre abre el espacio a todas las teorías que la expliquen y la gente empiece a creerlas, por absurdas que parezcan. Y entonces surgen teorías de la conspiración que ponen en duda los viajes espaciales, la medicina farmacéutica, la globalización e incluso la historia que va desde el reconocimiento científico del origen del hombre hace ya no 200 mil años sino 300 mil.  

No queda nada a que aferrarse, más que en la fe. El asunto es que ésta se relaciona más con el deseo que con la verdad, tenemos fe en aquello que queremos que sea cierto, la verdad nunca ha jugado un papel importante, porque los que tienen fe están convencidos que poseen la verdad absoluta y no hay espacio para la duda, la discusión o el cuestionamiento. Se tiene fe o no se tiene.

El problema es que la esencia de la sociedad se fundamenta en la confianza que se sustenta en la honestidad, la que a su vez requiere de la verdad para poder concretarse. Los individuos no podríamos trabajar si no confiáramos en que llegará el pago de nuestro salario de forma puntual.  Tampoco podríamos comprar alimentos, manejar un auto o usar algún servicio si no confiáramos en la honestidad (relativa) del proveedor o de la marca. Confiamos en que la verdad se concretará en el producto o servicio que adquirimos ya que no ser así dejaríamos de ser clientes o empleados.

Lo mismo ocurre con nuestra familia, pareja y amigos. Una familia se vuelve disfuncional cuando no hay confianza entre sus miembros y una sociedad se vuelve peligrosa cuando no confianza entre sus vecinos.

 Podemos vivir con una dosis de noticias fabricadas, siempre han existido en la humanidad, pero ahora todas las verdades se están destruyendo.  Requerimos de esas pequeñas verdades para vivir, necesitamos certeza, porque muy pocos están dispuestos a probar si pueden cruzar paredes basados en sus creencias.

La confianza es vital para que una sociedad evolucione, para ello se requiere la verdad (no la alternativa, ni la discursiva), debemos encontrarla o estamos perdidos como individuos, como sociedad y como especie.

Y es una responsabilidad de todos.

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