Prepararse para un nuevo mundo




El sistema dio de sí. Los productos que nos gustan sobrepasan nuestra capacidad de compra, las empresas ya no ofrecen buenos empleos para todos. El consumo ya no benéfica nuestra economía local. La necesidad de rentabilidad de las empresas está acabando con el medio ambiente. Las carreras universitarias ya no son promesas de una vida cómoda, ni siquiera son capaces de garantizar empleos.  La energía del dinero ha cambiado la razón de ser de los políticos a tal grado que los incapacita para ejercer funciones de gobierno.

Hay más oferta que demanda en todo y sólo esto es suficiente para poner en crisis al sistema. Ahora vemos que para la expansión de mercados ya no es suficiente la persuasión publicitaria: se usa el poder de las armas para crecer.

A muchos expertos en finanzas mundiales no les queda la menor duda de que sobrevendrá un cataclismo, pero esto no será por un fenómeno natural, sino económico. A menos que consideremos que la economía también está sujeta a las reglas naturales de la vida (nacer, crecer, reproducirse y morir). Así que el problema no es si lo habrá, sino más bien poder adivinar cuándo ocurrirá.

Quizás ya esté ocurriendo, pero sólo que la inmensa mayoría de la humanidad no tiene información
 real. Sólo tenemos las noticias. Ésas que se crean para persuadir, pero no para informar.
SI tomamos como referencia cómo se han dado las caídas de sistemas en el mundo podremos comprender que no ocurren de un momento a otro. Se van dando con pequeños derrumbes de instituciones que parecían invencibles. Es por esto que estamos viendo que los empleos son menos atractivos, que las prestaciones ya no pueden darse, que las jubilaciones son casi de broma. Las instituciones están cayendo ante nuestros ojos pero muchos no queremos reconocerlo, tenemos la esperanza de que el mundo será como antes.

Pero ya no lo será. Por lo tanto debemos de prepararnos para el nuevo mundo. Quizá se pierdan muchas cosas en el camino, pero muchas personas sobrevivirán y seguirán teniendo necesidades reales. De hecho ya las tienen. El que las personas no tengan dinero o empleo no quiere decir que no tengan necesidades que un pequeño empresario no pueda satisfacer.

No es casualidad la emergencia de tantas visiones económicas concentradas en los micromundos a los que realmente pertenecemos. Mirar nuestro entorno y sobrevivir con él es la opción que se antoja más razonable.

Siento la necesidad de aclarar que no se trata del fin del mundo en los términos en cómo la gente se lo imagina (´véase vídeo). El mundo es lo que nos rodea, lo que vemos, pero no abarca la totalidad.
Cuando acabó el imperio Romano, no se destruyó el planeta, pero el mundo que existía para los romanos si terminó. Lo mismo pasó cuando acabo la época de los reyes o de los zares.
Es muy posible que muchas marcas sobrevivan, pues seguirán siendo dueños de infraestructuras y tecnología altamente productivas. Pero también otras no se recuperarán.


El caos será entonces una oportunidad para la existencia de mundos nuevos y es nuestra responsabilidad concebirlos, crearlos y desarrollarlos. 

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