No soy yo Google, eres tú, Facebook y la web entera, ya nada será igual

Cuando Salinas de Gortari, como presidente de la república,  giró su mirada hacia el neoliberalismo mató con un solo gesto la retórica revolucionaria con la que nos habían adormecido a muchos mexicanos. Ni una ni la otra han sido buenas para el país, pero en la era retórica había cierta reputación en los políticos, sólo unos cuantos -que por lo que expresaban- nos parecían confiables. Gracias a ellos guardábamos la esperanza de que en algún momento las cosas podrían mejorar. El neoliberalismo acabó con esa ilusión y lo que ocurre ahora con el petróleo y las telecomunicaciones no son más que una continuidad de un proceso que empezó hace décadas. Nada ni nadie podrán cambiar este proceso, al menos eso es lo que la desilusión rota deja sentir.

Algo similar pero de dimensiones mundiales y aún más catastróficas pasa con la información publicada por Wikileaks. Lo que han expuesto es capaz de permear el ánimo de cada individuo de la humanidad para poner en duda la credibilidad del sistema ideológico de la civilización.

El asunto rebasa el ya desprestigiado ámbito político para poner en duda la reputación de empresas privadas, de ésas que se definen como globales. Lo peor de todo es que no se trata de empresas de reputación gastada como Monsanto o Exxon, ni siquiera de aquellas que nos decepcionaron en 2008 con sus malos manejos financieros y el tsunami financiero que pocos comprendieron pero que muchos sufrimos, no se trata de esas empresas cuya reputación cae por su propio peso.

La catástrofe es mayúscula porque la desconfianza llega a otras empresas con las que convivimos a diario, que saben nuestros más profundos secretos, donde estamos, con quién conversamos, qué leemos, qué nos preguntamos y qué contenido tienen los documentos que conservamos. Estamos hablando de empresas que tenían nuestra confianza como Google, Facebook y Microsoft. (A Twitter lo descarto porque por su propia iniciativa decidió censurar su contenido autogenerado por sus propios usuarios para estar en concordancia con los intereses de cada Estado).

Si antes nos fascinábamos con las historias de nuevas tecnologías de Google, con la familiaridad íntima  y cómplice de Facebook, con la eficiencia operativa de Microsoft, hoy todo eso nos hace estremecernos de preocupación, pues se han convertido en las puertas de acceso para el espionaje no sólo comercial, sino político.

El avance tecnológico que han alcanzado estas empresas y el gobierno norteamericano no sólo les permite construir un perfil detallado socioeconómico, sino incluso psicológico e ideológico. Lo peor de todo que puede inferir nuestras reacciones y por supuesto la influencia que nuestros pensamientos pueden tener en los demás. Y lo más grave es que lo pueden hacer porque lo han querido hacer. Aunque para ser justos, no son sólo las empresas mencionadas las que recopilan nuestros datos personales, es en realidad todo lo que hacemos en el web, particularmente con los sitios más importantes.

Las consecuencias son irreversibles: ahora creo que los despliegues de mis búsquedas son incompletas, que ocultan más de lo que ofrecen, que mis “me gusta” y las cosas que comparto han definido mi perfil político, que twitter y klout pueden convertirse un medio para censurar mi contenido y que estoy a disposición de quien tenga el poder de tener acceso a esta información, en cualquier lugar y momento si traigo mi teléfono móvil conmigo. Puede que sea sólo exageración, pero podría ser también que sea sólo lo contrario, como podemos apreciar en esta nota en donde el editor de negocios de Ars Technica  se sorprende de la cantidad de datos personales que el gobierno ha recopilado, datos tan inocuos en apariencia como la solicitud de un cambio de asiento en un avión o tan personales como el número de su tarjeta de crédito.

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