El inicio del fin de mundo




Algunas personas tenían el sentimiento de que  con la llegada del 21 de diciembre de este año  terminaría la ola de mal que nos invade. No estaban precisamente pensando en  males demoniacos o fuerzas oscuras y siniestras, sino en  esa tendencia al suicido que tenemos hacia nuestra civilización y nuestra salud con nuestras acciones colectivas contaminantes y destructivas.

Pero la naturaleza no acostumbra asistir a las citas humanas, ni a corregir los daños del modo en como la mente humana suele hacerlo.  Es claro que no sabemos como lo resolverá, pero muchos tenemos la sospecha de que sus soluciones no serán confortables para nuestra vida cotidiana. En realidad los que hemos sido responsables de este cambio a la naturaleza somos los que deberíamos corregirlo.

Esta responsabilidad está ausente y más bien parece  alejarse.  He tenido la oportunidad de visitar durante la misma temporada durante los últimos años la ciudad de Tequisquiapan. Después de una  dañina inundación que asoló las propiedades cercanas al río cercano al centro, la población se ha recuperado y continúan con su vocación turística, reparando las calles, banquetas y jardines

El esfuerzo es evidente, pero nadie parece percatarse que lo importante de estos centros turísticos no es sólo las calles estilo colonial, sino su naturaleza cercana.

Este río es un tesoro que se está perdiendo en la ciudad, cada vez más seco y contaminado, podría ser un paseo turístico extraordinario por su naturaleza y sus árboles centenarios. Al contrario de esto se ha convertido en un lugar para tirar basura y para destruir sus árboles, que como se puede apreciar en la fotografía, muchos de ellos están quemados.

Le pregunté a una persona de la localidad a que se debía esta situación, particularmente lo que estaba ocurriendo con los árboles.  Me dijo que se quemaban espontáneamente. Lo miré con extrañeza y luego agregó: “Bueno, también algunas personas los queman para luego convertirlos en leña”

Una visión de corto plazo que destruye el futuro por unos cuantos pesos. Algo que es común en todas partes.

La tan defendida industrialización y globalización está acelerando la destrucción de la naturaleza. Cuando no había empaques desechables y se producía lo que se producía en el entorno, el futuro era previsible,
Ahora vemos indígenas que mueren de hambres, sin opciones de empleo, ríos contaminados con empaques y envolturas de productos que saturan los mercados, pero que sólo llevan riqueza a unas cuantas manos de la cadena comercial.

De eso se trata el fin del mundo, una agonía mucho más lenta de la que cualquiera puede desear.  

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