Redes sociales entre la información y el cansancio

¿De qué me perdí? Preguntó alguien en Twitter cuando se alejó por varios días de la red de microblogs, como si fuera posible no perderse de algo en las redes sociales. La respuesta fue contundentemente clara: “de nada”.

Pero si la pregunta hubiese sido ¿con quién no puede conversar? La lista podría ser mucho más grande y el sentimiento de pérdida mayor. Es obvio que la mayoría de la gente participa en las redes sociales fundamentalmente por razones emocionales y -sólo como consecuencia- por motivos informativos.

Y sin embargo funciona. Es decir, las marcas logran posicionarse y relacionarse con nuevos posibles clientes y la información recorre la red con una velocidad vertiginosa. ¿Cómo ocurre esto? A pesar de los esfuerzos de los motores de búsqueda, internet en general, y las redes sociales en particular, se ha constituido en un mundo caótico regido por la dinámica de las emociones e intereses particulares de sus miembros.

La satisfacción de estas emociones y los resultados prácticos que las marcas y los políticos están obteniendo de ellas, no resuelven sin embargo el problema de la sobrecarga de información, la cual esta provocando una especie de cansancio a las redes sociales.

El volumen creciente de información que fluye por la red, desordenado caótico, desclasificado, dominantemente irrelevante está convirtiendo a internet en una especie de mina de diamantes en donde hay que escarbar profundo para encontrar el contenido de valor, lo cual requiere tiempo, otro recurso poco disponible para cualquiera.

La solución a este fenómeno será probablemente la web semántica, si es que los modelos publicitarios y los obstáculos técnicos permiten su consolidación. Mientras tanto sólo nos tenemos a nosotros mismos y a lo que los Google, los Bing y demás motores de búsqueda nos faciliten.

En un mundo tan preciso y con múltiples herramientas de medición, suena un poco irónico que –a pesar de todo esto- tengamos que recurrir a nuestras herramientas intelectuales básicas cuya utilidad nunca ha sido puesta en duda: intuición, perspicacia, visión, entre otras. Obviamente con sus riesgos inherentes como es el prejuicio, la subvaluación y la simplicidad.

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