Efectos de la crisis en el periodismo de México

En Estados Unidos las noticias sobre el cierre de periódicos están cayendo como hojas de árboles en otoño. Bueno, creo que exagero, pero es un hecho notable que empresas con más de 150 años de existencia mueran por una crisis económica que en su origen se veía lejana en el horizonte de este tipo de empresas, pero que en la actualidad se ha convertido en la estocada final para muchos diarios impresos que ya vivían en un ambiente enrarecido por su propio modelo de negocio.

En este contexto la pregunta natural es ¿qué tanto afectará esta crisis a periódicos que circulan en países no desarrollados como México? La respuesta es clara: no mucho. Pero esto no es tan buena noticia.

Paradójicamente los negocios de Estados Unidos están siendo víctimas de su propia modernidad: sus lectores están migrando hacia internet y lo que es peor, los anunciantes también. Esto se podría decir que es natural al ser el país con la mayor penetración de internet y, sobre todo, al ser la tierra del libre mercado.

Así que si un periódico no tiene lectores, no tendrá anunciantes y por consecuencia no habrá rentabilidad, los empresarios por lo tanto cierran sus empresas, debido a que su modelo de negocio, basado en la venta de publicidad, dejó de funcionar.
En México en modelo de negocio de estos medios no es transparente. Además de la venta de publicidad, en general estos medios reciben apoyo económico del sector público, ya sea por algún órgano de gobierno, por las campañas políticas o por subsidios ocultos de grupos de poderes fácticos que tienen por objetivo “matizar” el contenido editorial. Por supuesto esto es propaganda y en el cauce de este discurso no importa el número de lectores, lo relevante es la declaración, la marcación de territorio, por decirlo en términos de la demostración de poder, como ocurre en otras especies animales.

Aquí la crisis de los medios probablemente afecte a otros sectores, como el de las revistas especializadas que afrontan el difícil reto de encontrar vías para satisfacer a anunciantes cada vez más exigentes, con menos recursos y con lectores escurridizos y renuentes.

No obstante que este tema es muy preocupante para cientos de revistas que hoy se queman el cerebro para encontrar soluciones a su modelo de negocio, la amenaza latente para nosotros -los ciudadanos de a pie- no está en la pérdida de estas revistas que en una gran cantidad tiene un contenido malo y poco atractivo, el riesgo está en los modelos de información con los que contamos, los cuales ya están trascendiendo el mundo de la política y empieza a ocupar los espacios de la sociedad. Nos estamos inundando de noticias que en realidad son infomerciales, publieditoriales o contenido similar, sin que nadie aclare que es información pagada.

Nos estamos acostumbrando a un periodismo vendido, cuyo interés está en el lucro y no en la búsqueda de la verdad. Y esto no es un panfleto para avalar la propuesta de un partido. Los ciudadanos deberíamos reflexionar si estamos dispuestos a seguir aceptando que nos mientan, que nos engañen en la publicidad y en las noticias, que nunca sepamos cual es la verdad de las cosas, ni siquiera en las simples, como el contenido real de un producto o la sugerencia de un buen restorán.

Y por supuesto no podemos esperar a que alguna autoridad lo resuelva, nadie con poder querrá hacerlo. La solución, aunque suene romántica, está en la información que estemos dispuestos a consumir, fundamentalmente en el ámbito comercial, en donde hay anunciantes que si exigen (o deberían de exigir) un auditorio atento.

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