Narcisismo, publicidad y mercadotecnia

Llevo varios días preguntándome si es necesario tanto narcisismo en la publicidad: “Me quiero de aquí a la luna y de regreso” se puede leer en un espectacular de un autobús.

Entiendo que en una sociedad tan competitiva y despiadada como en la que vivimos, la única opción segura sea uno mismo (y eso quien sabe, podríamos dudar con cierto cinismo). Entiendo también que ese sentimiento creciente del uno mismo como el único refugio seguro, es muy explotable para la mercadotecnia. Recursos tales como “te lo mereces”, “consiéntete”, “vive ahora”, “disfruta” son ideales para provocar impulsos de compra sin mucho remordimiento.

Pero cuando veo un anuncio en donde una chica ama tanto a su auto como en otras épocas amaría a su príncipe azul, me pregunto si como sociedad nos estamos excediendo en los límites de la tolerancia. Y no precisamente porque me preocupe por la muerte del amor de pareja.

El problema -desde mi punto de vista, grave- está en el papel educativo de la publicidad, el cual existe, querámoslo reconocer o no. Si se mira a fondo, el amor a uno mismo, por encima de cualquier otro ser o valor, es el origen de muchos, si no es que de todos, nuestros problemas sociales.

Por el lado que se vea, el excesivo amor a uno mismo acaba con cualquier proyecto social, por institucional y fuerte que sea: un político que está dispuesto a ganar a costa de lo que sea, un empresario que decide abultar de dinero su cartera en lugar de preocuparse por el futuro de su negocio, un profesor que prefiere reprobar a sus mejores alumnos antes que reconocer un error.

El excesivo amor a uno mismo, es igual en casos aparentemente dispares, lo padece tanto el conductor que bloquea un crucero porque tiene la luz verde aunque el tráfico no le permita avanzar, como el narcotraficante que liquida con arma en mano a sus competidores y el vendedor ambulante que invade los lugares por donde la gente camina. En todos ellos está el sentimiento de que su persona es primero, sobre cualquier otro ser o valor.

Irónicamente, las grandes urbes nos están haciendo olvidar que el hombre es un ser social, que como individuos somos seres débiles muy fáciles de sucumbir ante casi cualquier eventualidad, que los grandes logros de la humanidad no lo han logrado los individuos sino los grupos.

Por supuesto, la publicidad y la mercadotecnia refuerzan estas actitudes con su bombardeo de alabanzas al narcisismo. Su resultado son personas patéticamente vulnerables en su autoestima y ridículamente poderosas en su capacidad de hacer daño a los demás.

¿Y es posible parar esta moda publicitaria autodestructiva? La solución no es nada fácil. Por conscientes que sean, los promotores de esta tendencia en la publicidad, no tienen la capacidad para detenerla. Son víctimas de sus propias metas económicas a corto plazo y no pueden arriesgarse a ser despedidos por perseguir un objetivo social, por importante que éste sea.

¿Entonces?

Comentarios

Anónimo dijo…
nice post
Cerebro dijo…
Simplemente estamos llegando a una etapa de exageración individualista. La mercadotecnia mas que promoverla, pienso que se adapta a ella, y en cierta forma la refuerza.

El problema de muchos publicistas, es que presentan mundos utópicos (padre feliz y exitoso), y modelos que a veces son imposibles de alcanzar. Y si añades que hay una tendencia exagerada a resaltar el individualismo. Se termina dependiendo de un producto o servicio, pero al final hay una frustración por no conseguir el sueño utópico.

Es aquí donde los mercadólogos debemos tomar mas conciencia social. Mercadotecnia no significa necesariamente "lavar el cerebro a la gente", sino satisfacer sus necesidades; cosa que a muchos se le olvida.
Hola Cerebro

Muchas gracias por tu comentario, parece que a todos nos está falando más visión para distinguir entre el placer a corto plazo y el logro de objetivos más valiosos

Saludos
Gustavo Guerrero