Hugo Sánchez: el costo de ser líder

Según los teóricos un líder es aquél que encarna, simboliza y logra expresar los sentimientos, pasiones e ideales de aquellos a quienes representa. Pero parece que en la vida real se requiere algo más que eso.

Felipe Calderón, para ganar la elecciones presidenciales, consideró necesario rectificar su discurso y construir algo diferente a sí mismo para ganar el apoyo que requería. No sólo encarnó al grupo de sus representados, tuvo que ir más allá, tuvo que garantizar otros requisitos de quienes no le apoyaban para lograr llegar a ser el líder.

López Obrador no realizó ninguna concesión y... no es el líder. Cuando menos no el oficial.

Ahora es Hugo Sánchez. De hecho no hay en México otra persona que por méritos propios merezca dirigir la selección nacional de fútbol. Su historial tanto de jugador y entrenador, así como su interés por serlo le hacen digno del puesto, pero no ahora, si no desde hace varios años. Entonces ¿por qué no lo había sido? Todo parece indicar que era por su boca. Hugo Sánchez no acostumbra callarse y dice lo que piensa. Y eso no parece gustarle a la gente.

Hugo ha tenido entonces que corregir su estilo, dejar al igual que Calderón, de ser lo que es para cubrir las expectativas de lo que la gente quiere que sea. Y todo indica que con este cambio logrará el nombramiento que tanto anhela.

No hablo de oscuros poderes fácticos, que en la clandestinidad le exigen al futuro líder fidelidad. Hablo de una sociedad demasiado quisquillosa que exige a sus líderes capacidad de cambio, pero presencia clásica.

En el caso de Hugo Sánchez no podemos culpar a los dueños de la selección nacional de fútbol, Televisa, como los responsables originales de esta exigencia de cambio. A ellos sólo les preocupa el negocio, pero esto no sería tan lucrativo si el técnico nacional se pelea con la prensa y con el público. El cambio lo exige la gente, a quien no le gusta su egocentrismo, en otro tiempo indispensable para lograr ganar el respeto en un ambiente que no quería aceptarlo.

Quizá en estas exigencias desproporcionadas se encuentre la explicación de porque nuestros líderes no cumplen lo que prometen y terminan por decepcionarnos a todos.

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