Encuestas: creer es un acto de fe



Tengo un amigo químico, filósofo, bigotón e irreverente. Fue mi maestro y luego compañero de trabajo. Le gustaba que le llamáramos “Pancho”*. Una vez que le tuve confianza le pregunté, arropado en mis prejuicios esquemáticos:

-¿tu qué eres? ¿marxista, estructuralista o funcionalista?
-Soy fenomenológico –me contestó con burlona sonrisa.

Tuve que ir a mis libros de filosofía para entender su respuesta: “El método fenomenológico significa abordar el objeto de estudio, el fenómeno, como experiencia concreta del hombre, tan libremente de presuposiciones conceptuales como sea posible”. o sea algo así –pero más elaborado- como la popular frase de santo Tomás “ver para creer”. Me prometí nunca más hacerle una pregunta retadora. Pero para variar no cumplí con mi promesa. Años más tarde en una plática que daba sobre estética el filósofo afirmó que el hombre escucha no sólo con el oído, si no con todo el cuerpo. “Incluso con las nalgas” remató en su presentación.

-¿De verdad crees eso? -le pregunté, sintiendo un vuelco en mi estómago, pues presentía que con su respuesta me daría una clásica “revolcada” de conocimiento

-Yo no creo –contestó muy serio-. Creer es un acto de fe

-¿Es decir, yo creo porque quiero que sea cierto y no porque tenga indicios de que lo sea?

-Así es. Crees en lo que deseas, sin que necesariamente sea verdadero. – me explicó con inusitada paciencia.

Esa noche no podía dormir pensando en las implicaciones de su respuesta. Ha sido quizá una de las enseñanzas más trascendentales que he tenido. A la mañana siguiente le dije a mi “ex” , quien es sumamente celosa “No crees en lo que digo, porque no quieres” y...no funcionó. Pocas veces me ha funcionado porque la gente solemos dar por cierto lo que creemos, es decir, lo que deseamos.

A mi también me tomó por sorpresa los resultados de la encuesta que trueca de liderazgo de López Obrador, por Felipe Calderón. O son muy osados los “muchachos” del Grupo GEA, o tienen cifras contundentes para respaldar ese cambio. Como dicen en unos de mis pueblos “Si digo que la burra es parda, es porque tengo sus pelos en mi mano”, podría ser el argumento. Pero mi amigo Pancho replicaría: “depende de que parte del cuerpo le arrancaron los pelos a la burra. Tendría que ser una muestra representativa de todo el cuerpo para decir que la burra es parda. Y eso prácticamente es imposible, en toda selección de muestra hay intervención humana que modifica el resultado final, incluso en los laboratorios”.

Y esto aplica para todas las encuestas, no sólo para las de GEA.

Desde el punto de vista del marketing político es necesario recordar, que según los estudiosos del cerebro, la gente hace lo que su cerebro primitivo decide, el cual únicamente pone atención en aquello que le beneficia. Es decir el mensaje político que hará sentido es aquel que le “pegue” a los instintos que dominan al cerebro primitivo.

Así que si, por un lado las encuestas pueden o no tener muestras realmente representativas, y por el otro la gente cree en las encuestas basados en lo que desean. ¿En donde queda la realidad? Yo creo que en las elecciones. Más que discutir la veracidad de las encuestas, los ciudadanos debemos preocuparnos porque el Estado respete nuestro voto. Los partidos podrán hacer lo que sea para cambiar la opinión de aquellos que quieran cambiar de opinión, pero el Estado está obligado a respetar el color de la burra que el pueblo defina.



*Francisco García Olvera es su nombre completo: Panchito, no creo que navegues por la blogósfera, de cualquier modo éste es un sencillo homenaje a la trascendencia de tus pensamientos.

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