La mercadotecnia y los editores

Hace tiempo escuché una historia de Emilio Azcárraga, el tigre, cuando evaluó su primera incursión de Televisa en el mercado estadounidense. Ante la duda de su impacto en la población de habla hispana, decidió caminar por las calles de una ciudad norteamericana con el en ese entonces superconocido comentarista Jacobo Zabludovsky. Como nadie los reconoció, el “tigre” decidió que su penetración era muy baja y se salió del negocio.

Cierta o no, esta historia revela la visión de un controvertido hombre de negocios de los medios. El impacto de su negocio no estaba en las ventas de publicidad, si no en el reconocimiento de su teleauditorio.

El papel de un editor es precisamente ése: lograr que una comunidad le escuche, le reconozca y le aprecie. Y no es un camino fácil, requiere de coherencia, constancia e inteligencia. Cuando un editor logra que su medio sea reconocido, alcanza su misión. Su tarea es entonces mantener ese reconocimiento, el cual puede perderse con cualquier titubeo que ponga en riesgo su credibilidad.

El papel de un editor no es vender publicidad. Esta es una función de los mercadólogos y los publicistas. Muchos empresarios de medios obligan a sus editores a vender publicidad y terminan por construir un medio sin credibilidad. Pero hay otro segmento, aun más influyente, que a menudo distorsiona el papel del editor: el anunciante.

Algunos anunciantes con montañas dinero y poca inteligencia piensan que están comprando un espacio en el medio y exigen contenido, entrevistas y –si los editores se dejan- un visión parcial de la noticia que les favorezca Al hacerlo estos “negociadores de carácter fuerte” están matando la credibilidad del medio y terminan también por matar el impacto que tanto anhelan.

El anunciante de esta naturaleza no se da cuenta que lo que en realidad está comprando es tiempo de exposición ante un auditorio y que depende de la creatividad e inteligencia de su mercadotecnia y publicidad el que su campaña sea exitosa.

La tendencia de pagarle a los editores de internet por clic, es desde mi perspectiva una aberración, que lo único que provoca es una caída en la calidad de la información, pues el editor no cuenta con los recursos para mejorar su producto . También provoca una enorme distorsión de un modelo de negocio que ha funcionado durante años.

Si los anunciantes hoy se preocupan por el llamado fraude del clic y culpan a los editores por ello, en realidad lo que está haciendo es morderse su propia cola, al querer pagarles a los editores por una acción que está muy lejos de su papel social y por supuesto económico.

Ningún fraude puede defenderse. Pero si puede cuestionarse las reglas del juego que crean el camino para que el fraude se genere.

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