Los guapos y los del "don divino"

Ayer terminó la extraña tregua, que al parecer por motivos económicos, los partidos políticos hicieron con los medios para no hacer campañas durante la temporada navideña.

Esto provoca un sentimiento diferente, como cuando de niño llegábamos al momento en que empezaban las clases: entre gusto y temor por lo que podría ocurrir. Esta temporada será de aprendizajes por lo que la sociedad y las prácticas de comunicación nos muestren en esta temporada de lecciones, pero también será tiempo de temores, por lo que la influencia de prácticas no democráticas puedan tener, pero también por lo que la sociedad pueda decidir, basada en la información que tenga.

La elección de un candidato agradable al oído, a la vista, con trato amable, negociador y poco polémico trajo una sorpresa en las pasadas elecciones del estado de México: el público en su gran mayoría vota por lo que percibe, no por plataformas, ni por convicciones profundas. Esto no lo digo yo, lo dicen expertos nacionales e internacionales. Es la tendencia del voto "democrático" a nivel mundial

Si esto es así, entonces ¿qué es lo que los observadores de la mercadotecnia y la comunicación podríamos aprender? ¿Seguir con vivo interés como los expertos en "marketing político" construyen o destruyen la imagen de sus clientes? Por fortuna no. Hoy el analista político Lorenzo Meyer nos recordó en la radio en el noticiero Monitor que no necesariamente se vota por el mas bonito, si no por el más carismático en el sentido weberiano del término: el que mejor represente en ese momento las expectativas de la sociedad y no en su definición primitiva del término (para los griegos charimsa significaba "regalo" o "favor divino").

A veces se nos olvida que las reglas de los expertos en imagen no son universales: el salir en público con una corbata roja, no perder la compostura, sonreír como idiota y todas las recomendaciones acartonadas de estos modernos e internacionalistas asesores no garantizarán el éxito de los políticos. Se necesita mucho más que eso. Mucho más que imagen, que a fin de cuentas no es más que la representación de la realidad. Se necesita ser real, entrar en contacto con los sentimientos más profundos de la población y representarlos de forma sintética, clara y contundente. Y por fortuna eso es difícil de fingir. Y aún más difícil de creer.

La tarea entonces será entender quien realmente será el más persuasivo con la población, o en otras palabras, quien tendrá esa capacidad de conexión y de síntesis para lo que la sociedad estamos viviendo en este momento.